Ya eran las cinco de la tarde
cuando el toro frente a frente le miró.
Un sol de abril bañado en sangre
el horizonte fue pintando de color.
Cogió los trastos de matar,
miró aquel cielo y echó a andar
como a quien van a ajusticiar.
Desde un tendido le silbaron. Luego...
allá en los medios se paró
giró en redondo y la masacre nos brindó.
Toro, no me mires a los ojos;
toro, ni al perfil de plata y oro.
Me pondré un escapulario
de la virgen Macarena
si remato esta faena.
Ya eran las cinco de la tarde
cuando el toro su futuro adivinó.
Sonó un clarín y en ese instante
se vio muerto, sin orejas, sin valor.
Llegó una voz del callejón,
algún capote le tentó,
toda la plaza era un clamor
cuando entre sol y sombra paseaba.
A los cabestros se acercó
y sobre un fondo polvoriento se esfumó.
Autor(es): Víctor Manuel San José