Los ejecutivos
mas hoy al parecer es de un señor
que en una escalerita de aeropuerto
cultiva un maletín pero ninguna flor.
Sonriente y afeitado para siempre
trajina para darnos la ilusión
de un cielo en tecnicolor donde muy poquitos
aprendan a jugar al golf.
Ay, qué vivos
son los ejecutivos,
qué vivos que son.
Del sillón al avión,
del avión al salón,
del harén al edén
siempre tienen razón;
y además tienen la sartén,
la sartén por el mango
y el mango también.
El mundo siempre fue de los que están arriba
pero hoy es de un señor en ascensor
a quien podemos ver en las revistas
cortando el bacalao con aire triunfador.
Lo come para darnos el ejemplo
de rendimiento máximo y confort.
Digiere por teléfono y después nos vende
conciencias puras de robots.
El mundo siempre fue de algunos elegidos,
hoy es para el que elige lo mejor,
dinámico y rodeado de azafatas
sacrificándose por un millón o dos.
Como él tiene de todo menos tiempo
nos aconseja por televisión
ahorrar, para tener estatus en la muerte,
la eternidad en un reloj.
Autor(es): María Elena Walsh