El ciprés
que anduvo, igual que tú, en el barullo,
detente paseante,
abraza su ciprés, no estés distante.
Su dulce compañía
se nutre poco a poco de la mía,
con él paso los ratos,
me encanta su quietud, a él mis fosfatos
y somos como uña y clorofila.
Si observas su presencia tan tranquila
también a mí me ves.
Abrázame el ciprés.
Su grave silueta
cantó mejor que nadie un gran poeta,
algunos ven el leño
otros el “surtidor de sombra y sueño”.
Suponte que mi viuda
se acerca a este rincón y él la saluda,
soy yo, vía raíces,
que absuelvo en sombra y sueño sus deslices.
Deslices o peor, mucho me temo,
que hará que no me como un crisantemo
varios años y un mes.
Abrázame el ciprés.
Este árbol circunspecto
que forma con mi olvido ángulo recto
quizá es poco efusivo
pero es mi tronco al fin
y en él pervivo.
Pervivo o lo que sea,
bien poco en cualquier caso, hazte una idea,
y excusa, paseante,
que quiera tu calor por un instante.
No pienses que en tus lutos me inmiscuyo,
quizá viniste a ver a un muerto tuyo,
hay tantos R.I.P.és.
Abrázame el ciprés.
Autor(es): Javier Krahe