Cuando el viejo reloj
endereza sus huesos en la oscuridad
del pequeño cuartito y comienza a toser,
y es tu tos el enuncio del amanecer.
Busca lentamente las viejas pantuflas
y entre maldiciones enciende la estufa.
Ya no tiene humor, aún menos paciencia
para ese temblor que lo desorienta.
Todo se le va de las manos ya.
Todo se le va de las manos ya.
Anciano, anciano, anciano.
La vejez es solo un otoño en paz.
Deja de llorar y enséñame a volar,
ue si tú eres viejo, yo llevo en mis huesos
también la vejez, la melancolía
que azota mis días como un triste pez.
Anciano, anciano, anciano.
Que en tus viejas ramas
cuando sople el viento me cobijaré;
que junto a tu cama, si quieres, mañana,
yo te haré café.
Anciano, anciano, anciano.
Autor(es): Víctor Heredia