Irene


Caminaba pegada a los muros
una hembra con hilos de luna
enredando su oscuro destino,
una hembra vestida de bruma.
Un jazmín perfumando la calle
ofreciendo su amor y su aliento
y el misterio del sexo en su talle,
una hembra en la lluvia y el viento.

Y yo que estaba tan solo,
ahogado en mi adolescencia,
sin escuela, sin padre, ni madre,
vigilando mi pobre inocencia.
Ay, Irene, ay, Irene,
quien más da es el que menos tiene,
y yo di como nunca en la vida,
sin fracaso ni amor ni mentira.


Te besé como un niño afiebrado.
Te abracé como un hombre encendido
y me dormí; entre tus pechos gastados
desperté descubriendo el olvido.
Me miraste, fingiendo ternura:
”Otra vez nos veremos cariño”.
Volviste a tu calle, a tu bruma,
a tu oficio, a la lluvia y al frío.


Autor(es): Víctor Heredia