Muselina


Se calzó su corazón,
su camisa y su bastón,
y salió a la luz del sol,
sonriente y dispuesto a jugar
su oportunidad.

Siempre quiso ser puntual,
no era cosa que a su edad
le pudiesen reclamar
asuntos, que él respetó
en forma habitual.

Consultó otra vez sus sentimientos
y desde el primer asiento
repasó con atención.
Ella es una viuda sin fortuna
y él un hombre con ternura
y hasta un resto de pasión.

Hace tanto invierno que están solos,
resguardando con decoro
lo que el tiempo se llevó,
que no tiene caso para nadie
no bailar cuando hay un baile
o morirse sin amor.


Y en el tren se convenció
que en cuestiones del amor
ya no hay límites de edad.
Tiene setenta y un pico
y un aire triunfal.

Ella está en sesenta y tres
y le aprietan en los pies
los zapatos de tacón,
graciosa y coqueta, esperando
en la esquina del bar.

Luce colorete y purpurina
y un tailleur de muselina
y un gracioso prendedor.
Él le ofrece flores gentilmente
y la besa dulcemente
y se desvanece el sol.


Autor(es): Víctor Heredia