Querida Beatriz


Mediando entre ella y yo cierta nostalgia
a menudo nos vuelve pensativos.
Yo recuerdo el olor de las naranjas
y el color verdeazul de los olivos.
Entonces en el cuarto hay una bruma,
una especie de niebla que fulgura
cuando rozo sus pechos con mis dedos
y le doy el amor casi sin miedo.

Ella mira sin ver lo que le ronda
con sus celestes ojos transparentes,
paloma que murmura entre la fronda
como un rayo de luz abre mi frente
y penetra en mi sangre victoriosa;
su forma de mujer toma mis manos
y no hay entre nosotros otra cosa
que latido y sudor, todo es lejano.

Me insulta y yo le beso los insultos.
Me duele y casi quiero que me duela.
Todo el amor revive en la agonía
de morir en sus brazos, viento y vela,
barca que se destroza en sus arenas,
torre que alza en el mar su algarabía
de pájaros que ahuyentan nuestras penas.
Qué forma de querer, querida mía.
En ti suelo dejar toda mi vida.


Autor(es): Víctor Heredia