Salven al mundo
A veces, cuando el sol se va
sombrero de la noche a su descanso,
recurro a tu amor asesino
que mata caminos y me hace amarrar
mi corazón sin fe,
para tomar aliento y extenderme,
amor, amor, joven amor,
oh, tú, amor mío,
¿cómo haremos para dar amor,
para mirar el mar ya sin temor
y estar seguros que la vida vivirá?
Descanso en ti como un soldado
que ha batallado toda su vida,
o como un simple peregrino,
si fuese el camino tu vientre de sal,
tus pechos de coral,
y bebo de tu aliento y pienso en bosques,
amor, amor, joven amor,
oh, tú, amor mío,
en bosques que se incendian sin remedio
en la muerte del mar,
en Namibia y el sol de sus niños;
qué tristeza sin igual.
Salven al mundo, sálvenlo ya.
Que salven la casa de la humanidad.
Que salven el mar, que salven el sol,
la ola que arranca guijarros de amor.
La vida en sí misma es un pacto de amor.
A dentelladas vamos por la vida,
como si nada fuera suficiente.
Aquí está el trigo, su simiente,
el cielo en su lugar, aquí está el mar,
la hora de morir;
entonces solo tengo que extenderme,
amor, amor, joven amor,
oh, tú, amor mío,
a golpes de cadera busco el hijo
y prefiero soñar y prefiero cantar
a vivir derrotado por la muerte sin luchar.
Autor(es): Víctor Heredia