Hombrada
¡No quiero sabandijas en mi rancho!
Pa aguantarle los secos a las penas
no precisa e culeros el que es macho.
¡Vamos, fuera de aquí, manga e trompetas!
¡No esperen que los saque a rebencazos!
¡A mentir a otro lao!, a mí esas lástimas
solo consiguen enllenarme de asco.
Si mi hija jue pa ustedes una pluma.
Si ustedes jueron los que la mataron
a juerza e picotiar en su conduta
como en loveja caida, los caranchos.
Dispués que ya la pobre tuvo el hijo,
como a perra sarnosa la cuerpiaron,
jue una broza, nomás, una largada,
solo sirvió pa risa y estropajo.
Ninguno se acordó que ella era güena,
un alma e Dios, que a naides hizo daño
y aguantó, la infeliz, como una marca
el disprecio zafao de tuíto el pago.
Su nombre recorrió las pulperías,
manosiao y babiao por los borrachos,
jue la farra e las chinas en los bailes
y en la rueda de mate de los ranchos.
Y ahora que ya murió la pobrecita,
cansada de vivir, hecha un pingajo,
¡tienen coraje pa venir, tuavía,
a lechuciar ande la estoy velando!
¡Mándense mudar tuítos, machos y hembras,
aquí ya no hacen falta los caranchos!
¡A campiar a otro lao, carniza fresca!,
ande se puedan empachar pulpeando.
¡Juera de aquí!, ¿no me han oido?
¿Tan esperando que los curta a lazos?
Aquí ya está de más la chimichunga,
ya no hay a quién sangrar en este rancho.
¡Juera de aquí!, si pa velar su cuerpo
y darle sepultura, yo me basto.
Si no precisa de agalla emprestada,
pa apechugar la penas, el que es macho.
Autor(es): Serafín José García, José Luis Guerra