Carcelera
era una mala pasión,
porque era un hombre casao
y le di mi corasón.
No me di cuenta de lo que hacía,
ni del pecao que cometí
y con la fiebre de mi deseo,
y de mis besos, lo enloquecí.
Igual que el preso entre rejas,
él, en mis brazos cayó
y entre caricias y quejas
así le escuchaba yo:
Estribillo:
¡Carcelera!, mi carcelera,
la del color bronceao,
morenita y con ojeras
de terciopelo morao.
Apártame de tu vera
que soy un hombre casao,
y si dejas que te quiera
me vas a hacé un desgraciao.
¡Carcelera!, mi carcelera.
II
No me importó de la gente
ni lo que hablaron de mí,
que me importó solamente
sus fatigas compartir.
Yo que no tuve mieo ni pena
cuando a los suyos se lo robé,
sentí mi alma de angustia llena
al ver el llanto de su mujer:
Vengo aquí por lo que es mío,
arrodillá me pidió.
Le juré darle al olvío
y ahora ya no escucho yo:
Estribillo:
¡Carcelera!, mi carcelera,
la del color bronceao,
morenita y con ojeras
de terciopelo morao.
Apártame de tu vera
que soy un hombre casao,
y si dejas que te quiera
me vas a hacé un desgraciao.
¡Carcelera!, mi carcelera.