Doña Luz


Doña Luz de San Telmo vive en Triana
en un viejo palacio de maravilla,
con el mismo boato que una sultana
de las que, antiguamente, tuvo Sevilla.

Doña Luz, orgullosa, guarda con celo
la leyenda marchita de un viejo amor,
que mirando sus ojos de terciopelo,
esta copla, una noche, la dedicó:

-Mi señora, Doña Luz,
por quererte mucho y bien
me clavaste en una cruz.
Yo no vivo más que pa tu amor,
y sería por ti capaz de to,
pero tienes sangre azul
y soy poco pa besar
esos labios de coral,
mi señora Doña Luz-.

Doña Luz de San Telmo quedó prendada
de la voz de aquel hombre que siempre oía,
pero su noble escudo cerró la entrada
al caríño, a la vida y a la alegría.

Y ahora ya en su palacio se siente vieja,
rodeada de lujo pero sin sol,
y está siempre llorando tras de la reja
donde sólo una noche llamó el amor.

Por llamarme Doña Luz,
desprecié yo tu querer
y te clavé en una cruz.
Y no vivo más que de tu amor
que logró llenar mi corazón,
pero tengo sangre azul
y nadie quiere besar
estos labios de coral,
por llamarme Doña Luz.