Sólo en tus ojos
me moja tanto que no me pueda secar.
Sólo en tus labios un pedazo de sal
me sabe tanto que no me deje olvidar.
Y sólo en tu cuerpo podría pecar
tanto que me convierta en estatua de sal
y sólo en tu cuerpo cabría esperar
algo más que el deseo,
para empezar.
Sólo en tus ojos me podría quedar
a la deriva por no querer navegar.
Sólo en tu boca me atrevería a jurar
que hay tantas cosas que pueden hacerme llorar.
Y sólo en tu cuerpo podría pecar
tanto que me convierta en estatua de sal
y sólo en tu cuerpo cabría esperar
algo más que un milagro,
al despertar.
Autor(es): María José Hernández