Balada del guerrillero que partió


Una tarde díjole a su amada:
"Me voy, ya es tiempo de lluvias.
Todo está anegado,
la vida se me envuelve en la garganta
y no puedo resistir más opresión.
Mientras mis hermanos
mueren en las sierras por balas
asesinas,
yo no debo quedar pensativo,
indiferente,
Adiós, me voy a los montes
con los guerrilleros".

Se despidió y partió
y un día ya estaba
arriba, de brazo con los guerrilleros.
Fue su mano espada de plata fina,
aró, sembró, cosechó
la tierra,
disparó con su fusil rayos
de esperanza.
Y otro día ya estaba muerto,
con dos metros de tierra
sobre el hombro.
Pensativo y triste
aún recuerda a su amada
inmemorial por largo tiempo.
Y ella lo espera junto al río,
en el puente en donde lo vio partir.
Y acaricia su vientre con tristeza,
pensando en él, en todos,
con su ojos hermosos
y radiantes
mira hacia el puente, al río,
a la vida.
Y siente en su corazón
la esperanza, la nueva
alegría que su amado juntó
en la tierra.


Autor(es): Javier Heraud, Vicente Feliú