Dios perdone a mis abuelos [o Zaña]
Dios perdone a mis abuelos
por herejía tamaña.
Se burlaron de los cielos
bailando y cantando ¡Zaña!
Y dice así:
Santiago de Miraflores
de Zaña, vetusta Villa,
por los Reyes de Castilla
tierra de hidalgos señores.
Negros brazos labradores
cultivaron dicho suelo.
De aquellos amargos duelos
nació en Zaña una canción;
por su irreverente son,
Dios perdone a mis abuelos.
Tan negra como el hollín
un negro asomó su cara
al Templo de Santa Clara
o al de San Agustín.
La misa y su retintín
le resultó cosa extraña,
y la palabra «¡patraña!»
fue la póstuma en su labio.
Su muerte pagó el agravio
por herejía tamaña.
«Ante Dios, somos iguales…»
proseguía el señor cura,
en tanto, la gente oscura
llevó sus restos mortales.
Después de los funerales
los esclavos, sin recelos,
sopesando sus flagelos
con las frases de la misa,
entre llantos y sonrisas
se burlaron de los cielos…
Pero un día traicionero
el río salió de madre
y acabó con el alarde
satírico del lundero.
La zaña parió el tondero
entre las ruinas de Zaña,
pero cuando entre la caña
se escucha su alegre «fuga»
toda mi gente madruga
bailando y cantando ¡Zaña!
Autor(es): Nicomedes Santa Cruz