Nada en este mundo dura
fenecen bienes y males,
una triste sepultura
a todos nos hace iguales.
(Anónimo)
Los minutos se hacen horas,
la flor se vuelve semilla,
la madera se apolilla
y el mismo mar se evapora.
La niña pronto es señora,
si era virgen ya no es pura.
El pelo con su blancura
deja la niñez ausente
porque desgraciadamente
nada en este mundo dura.
Pasa el amor que tuvimos
y se olvidan mil recuerdos,
se rompen nuestros acuerdos
y las promesas que hicimos.
Se aleja el mundo que vimos
con sus momentos fatales.
Comienzan nuevos ideales
cuyo fin está cercano
porque más tarde o temprano
fenecen bienes y males.
Tras la angustia va la suerte,
tras los llantos las sonrisas,
tras los huesos las cenizas
y tras la vida la muerte.
Tras el cadáver inerte
se esconde la noche obscura,
y tras la verde espesura
de los hermosos cipreses
hay oculta muchas veces
una triste sepultura.
El tiempo no se detiene
con amor ni con dinero.
La muerte es su mensajero
y muy tarde nos previene.
Basta que su mano frene
nuestros órganos vitales,
después de los funerales
nos convierte en calavera
y de esta triste manera
a todos nos hace iguales.
Autor(es): Nicomedes Santa Cruz