Norma y Santiago


Se encontraron en la playa
la imposible madrugada
sin testigos, sin oleaje, ni una luna de soñar;
él, descalzo y embriagado,
trovador rocanroleado,
daba tumbos por el tiempo
-por un tiempo que no está.

Ella había perdido el sueño
repitiéndose filmada
entre tragos y pastillas que la fama iba a pagar:
seductora, codiciada, diosa de luz se esfumó
desviviendo en las pantallas
que le robaron el nombre, huellas, amigos y dios.

Norma y Santiago
sin mañana, sin pasado,
sin perdón de inquisidores
temerosos de un destello de sinceridad.

Santiago y Norma
danza hereje de las sombras
como cuerpos que se queman
en un beso desmedido y saturado, sin final.


Ella apareció en la arena,
-oración arrodillada-
sollozándose los versos del alma que se le va;
él encendió su mirada
como un náufrago endiablado
poseído por la urgencia de cursarse, y de curar.

Con su patria, y con la humana,
aferrado a la guitarra
arrastraba a los fantasmas desterrados en la mar:
taciturno, despistado, tierno, zurdo, navegante
sin patrón y desafiante
rumbo a la estrella polar.

Norma y Santiago
sin mañana, sin pasado,
sin perdón de inquisidores
temerosos de un destello de sinceridad.

Santiago y Norma
danza hereje de las sombras
como cuerpos que se queman
en un beso desmedido y saturado, sin final.


Como cuerpos que se queman
donde al fin te salvaré,
me salvarás.


Autor(es): Fidel Díaz Castro