Señora y dueña


¡Ay, niña! Que vas a misa tempranito en la mañana
con la cara lavadita y la falda almidonada
acuérdate que en las noches no se te quita
la maña de perder la cabecita casi hasta la madrugada.


La línea de tu cintura se encrespa
cuando la llaman el rasgo de una guitarra
y el purrumpum de las palmas quiebras, niña,
en el paseo las bocas y las miradas
y tus pies son un recreo bordando fina pisada.

Quieres pasar, no te dejan; insistes y te dominan
más retando con finura por darte el paso terminan
y la vuelta afarolada en la que luces la enagua,
es un trazo de lisura que tiendes como redada.

Y entonces con el pañuelo que con la mano revuelves
lo acercas y lo rechazas y sin remedio lo envuelves.
Ya escobillaste la tierra con esa gracia limeña y al fin,
ya quieta sonríes, ¡Ay niña!, Señora y Dueña.


Autor(es): Chabuca Granda