Dímelo
Mejor es que callemos las palabras
y sean nuestros cuerpos quienes digan
tan sólo si es posible o no.
¿Por qué desdibujar con las palabras
lo que dicen tan bien
la piel, los ojos, el aliento?
¿Tú sientes esto mismo que yo siento?
¿Te abrasas tú en el mismo fuego?
Dímelo... Dímelo...
Que veo, que presiento la mañana
que ilumina en nuestros rostros
el cansancio del deseo.