Chamarrón de proa
Me abriré en las vetas si me tallan en madera,
me arderá la herrumbre si me pliegan en metal,
que cualquier materia que se toque o que se vea
poco ha de durar.
Pero si me buscan en tonadas marineras,
tal vez en el modo de pulsar
haya una chamarra aguardentosa y trajinera,
duradera y blanda de cantar.
Llevo un son chamarritero que cobija la ilusión
de que lo arranquen del sueño y lo planten de mascarón
de un barco hecho del deseo del que lo venga a abordar,
yendo a buscar qué, quién sabe...
A babor, pueblitos titilando como velas,
a estribor un pie del horizonte empieza a arder.
Entre Orión y Escorpio los desvelos son cincuenta,
viejos albañiles de Babel.
Cada corazón es una Piedra de Rosetta
traduciendo a todos los demás
y el casco en la noche un banderín de la tormenta
en un derrotero sin final.
La chamarra que nunca respeta las fronteras
-don Aníbal, ¿no es así?-
hoy pide permiso para regresar a tierra
guaraní,
y pretende por temperamento y lejanía,
porque es de una estirpe de ultramar,
la amarren a proa y empapada de alegría
le dejen el río navegar.
Autor(es): Jorge Fandermole