Infancia de la casa ausente


Todo está como era entonces,
La casa, la calle, el río.
Los árboles, con sus hojas,
y las ramas, con sus nidos.
Todo está, nada ha cambiado,
el horizonte es el mismo.

Lo que dicen esas brisas,
ya otras veces me lo han dicho,
bajo aquel sauce que moja
su cabellera en el río,
largas horas he pasado,
a solas con mi delirio.

Qué triste estaba la tarde
la última vez que nos vimos.
Tan sólo cantaba un ave
en el ramaje florido.

Adiós, parecían decirme
sus melancólicos trinos,
adiós hermano en los sueños,
adiós mi inocente niño.

Hoy vuelve el niño, hecho hombre,
no ya contento y tranquilo.
Con arrugas en la frente
y el cabello emblanquecido.

RECITADO
Aquella alma limpia y pura, como un raudal cristalino,
es una tumba que tiene la lobreguez del abismo.
Aquel corazón tan noble, tan ardoroso y altivo,
es hoy un hueco poblado de sombras que no hacen ruido.

Todo está como era entonces,
los sauces, el cielo, el río,
las solas hojas de plata
del árbol del infinito.

El niño se ha vuelto hombre
y el hombre tanto ha sufrido
que apenas trae en el alma
la soledad y el abismo.
Que apenas trae en el alma
la soledad y el abismo.


Autor(es): Olegario V. Andrade, R. Daniel Altamirano