Navidad en el Abasto


Lo que el diablo y Dios propongan
en la noche, pertenece
a “Las mil y una milongas”
que saben las curanderas.
Siete luces hechiceras
en sus crenchas fosforescen
y en cada umbral con tres piojos
violeros dan su cantada,
con la lengua embarazada
por sobrehurnanos antojos.

Cierta brujita que habita
en el cajón de un mercado
y que tiene dos ciruelas
celestes en vez de ojos,
volando sobre un hinojo
y en curda de agua bendita,
la otra noche me ha contado
lo que un invierno ocurrió
por el Abasto. Permita,
que tal cual lo cuente yo.

A la calle, a la calle,
repecharemos,
hasta la Buenos Aires
del viejo tiempo, ¡ay!

Año catorce, Cabrera
entre Anchorena y Laprida.
La casita es pobretera,
con menos piezas que vidas.
En una pieza, el destino;
pared por medio, una mesa
de pino, allí don Aníbal
con sus frates: algo esperan.
Y en la ventana un divino
Gardel de la guarda, reza.

A la calle, a la calle,
bandoneoncitos,
con un tango de cuna
canten bajito, ¡ay!

Y al fin con voz agorera
que estremece a la pared,
¡Varón!, dice la partera.
De zurda el padre golpea
la mesa volcando el vino
y el vino bautiza al niño:
— Vivirá muerto de sed,
se morirá de cariño,
renacerá siempre y sea
primero y último. Amén.

A la calle, a la calle,
que cada uno
le dé un beso a su madre,
¡nació Pichuco!

Aleluya

#i#Del espectáculo "Simplemente Pichuco", estrenado en el teatro Odeón.#/i#


Autor(es): Horacio Ferrer, Ciro Pérez