Querida mujer


Barrio de ayer,
en ti encontré
el milagro hermoso del amor.
Eran sus ojos mis mares,
su piel morena mi sol.
En tus veredas paseamos,
reímos, soñamos,
nos dimos con fe.
Tus calles giraban
como un carrousel,
le untaba la luna
su pelo con miel.

Madre y mujer,
mi amiga fiel,
que compartes todo
con desinterés…
Los hijos llegaron
y ataron con sangre
los lazos de nuestro querer.
Dios nos brindó
paz y calor,
nos resguardó de un tal vez…
Por eso lo alabo
y agrego confiado;
¡Ahora y por siempre
querida mujer!

Barrio, ya vez
tengo un porqué:
me lo diste tú y soy feliz.
Hoy recorremos tus calles
como en la vieja niñez.
En un principio dudamos
después apostamos
al ciego después.
Y nada detuvo
nuestro andar feliz,
repletos de dicha
y amor hasta el fin.


Autor(es): Juan Carlos Costa