La estrella y el mar


Eras una estrella sobre un mar de tristeza;
luz lejana y tibia que mi afán presintió,
pero tan pequeña, y tan azul,
tan leve de inquietud,
que apenas su fulgor me dio.
Eras una estrella nada más y en mi noche
te buscaba ansioso por sentir tu calor;
y una vez la nube del dolor,
con negra cerrazón
tu luz tan querida oscureció.

Estrellita, ¿dónde estás?...
¿Qué fue de tu luz?...
¿En qué ciclo reinarás
lejano y azul?...
¡Tu beso, sabe Dios
en qué puerto o qué mar,
su divino calor
dejará!...
La tortura de vivir
tan lejos de ti,
apresura la ansiedad
fatal de morir.
Los dos seguimos siendo
la estrella y el mar,
¡que jamás se han podido juntar!

Crece la borrasca sobre un mar de hojarasca;
restos del otoño que pasó y se llevó,
junto con tu risa de cristal,
el ansia de mi amor,
profundo como el mismo mar.
Más allá del tiempo seguirás siendo mía.
Más allá del sueño que jamás pudo ser
y cuando la noche más azul,
me envuelva con su tul,
yo sé que por ti preguntaré:

Estrellita, ¿dónde estás?...
¿Qué fue de tu luz?...
¿En qué ciclo reinarás
lejano y azul?...
¡Tu beso, sabe Dios
en qué puerto o qué mar,
su divino calor
dejará!...
La tortura de vivir
tan lejos de ti,
apresura la ansiedad
fatal de morir.
Los dos seguimos siendo
la estrella y el mar,
¡que jamás se han podido juntar!


Autor(es): Leopoldo Díaz Vélez, Osvaldo Peralta