Paseando por Florida


Nuestra calle Florida es como un sueño,
tal vez como un regalo, tata Dios quiso
mostrarnos, -y en güena hora venga su empeño-
así como un retazo del Paraíso.

Pa’ dir áhi las mujeres, se acomodaron
las pilchas, que pa’ algunas son domingueras,
parecen muñequitas que se escaparon,
tal vez por un descuido, de las vidrieras.

Hasta las mesmas viejas resultan lindas,
alisao el plumaje del tiempo ’e mozas,
se mojaron los labios con jugo ’e guindas
¡Y hasta se perfumaron con esencia de rosas!

En algunas vidrieras, cuadros y flores,
se ven como perdidos entre los tules,
y sobre las veredas, avisadores
letreros colorados, verdes y azules.

Los muñecos de cera, bien arreglados
están mirando a naides en cada tienda,
buscando todos quietos, paralizados
la elegancia que puede dar cada prenda.

Y andan mozos tranquiando, finos, pulidos,
peinados a cepillo la cabellera,
con la carita lisa, como lambidos,
igual que los muñecos de las vidrieras.

Gringos rícos, que un día, al país vinieron
pobres, sin más tesoro que la esperanza,
y a juerza de trabajo usar pudieron
una cadena de oro sobre la panza.

Viejos, que por los años andan torcidos
junto a una güena moza, tienen más vida,
sintiéndose muchachos, reverdecidos,
entre el mundo andariego que va a Florida.

Como hay tantas personas entreveradas,
suelen darse codazos y pisotones,
y también, por el choque de las miradas,
suelen quedar prendidos los corazones...


Autor(es): Evaristo Barrios