Un tango para Chaplin


Bajo la carpa oscura de un circo triste y pobre
que ya ni los remiendos alcanzan a salvar,
está Chaplin en Londres, allá por sus comienzos,
mordiendo el pan amargo que da la soledad.
La lluvia lo ha empapado... el circo está en silencio
no hay luz para la Biblia que estudia con dolor;
Carlitos está solo... con hambre, frío... y sueña
con un rumor de pibes jugando en su emoción.

Tal vez, desde esa noche salió a andar por el mundo
el hombrecito simple... y el cómico genial;
humano, sano, humilde, Rey mago de la risa,
payaso que del cielo bajó para alegrar.
A él le deben mucho los hijos del recuerdo
los niños que hoy son hombres, que no lo olvidarán...
Carlitos fue un Quijote sin lanza ni escudero;
apóstol de la risa que supo hacer llorar.

Después de muchos años he vuelto a ver de nuevo
su eléctrica galera... su ropa... su bastón;
aquellos zapatones para un gigante chueco
y a la cieguita hermosa que le vendió una flor.
Y en su filosofía, antigua y permanente;
Carlitos vigilante, bombero o boxeador,
dialogan en ternura la risa con el llanto
que lo siguen llamando desde mi corazón.


Autor(es): Bartolomé Bernardo Salas, Alfredo Gobbi