La mesa vacía


Sobre el damero antiguo del piso de azulejo
se va juntando el tiempo raído de los tragos.
El torca desafina, se le resbala un tango,
y haciéndose el otario arruga el entrecejo.
Al fondo hay un poeta, más sílaba que verso,
convierte de la mesa un piano imaginario,
quitándole belleza a lo que ve fulero,
metiéndose en la cárcel del abecedario.

Tango bar “La mesa vacía”,
fue nuestro y, entonces,
amarte dolía.
Me fui
buscando otra vida
y allá, en otros bares,
al fin fui feliz.
No estás
y el bar sigue estando
viviendo un engaño
sin vos y sin mí.

Hay unos que comentan la vida de los diarios
como si no supieran que es siempre el mismo cuento,
y una mujer sin luces, callada y esperando
que venga un dios cualquiera a refundarle el cuerpo.
Es un café dormido en la curva de los años,
un eslabón perdido que vive de recuerdos.
Mirá quién habla, yo, que busco en un engaño,
pensando todavía que por aquí te encuentro.


Autor(es): Fabián Russo