Y los domingos por Florida


Un domingo por Florida, yo la conocí,
y le hablé con frenesí.
Ella, muy graciosa, muy gentil, con “savoir faire”
me contestó, con un mohín:

Cada domingo por Florida
yo voy a pasear
en mi hermoso Packard verde,
y sin mamá.
Al verme usted, salúdeme,
y así recordaré
la grata vez
que lo encontré y conocí.
Le invitaré a tomar el té,
en mi “petit chalet”,
nuestra amistad será perenne,
¿verdad que sí?
¡Ay! no suspire usted,
que eso es muy de mujer.
Gustosa el próximo domingo,
lo esperaré.

Al otro domingo, natural, yo no falté.
La encontré, la saludé...
Y al bajar del auto, con tal gracia me mostró
algo que vi, y me marcó...

Y, desde entonces, por Florida
cada domingo voy,
para encontrar a mi divina,
mi bibelot.
Para abrazar, porder besar,
con loco frenesí
sus manos blancas
y sus labios de carmín.
En su casita tan divina,
que es nido de amor
sólo se habla de cosas bellas,
entre los dos.
Y ahora tan solo yo
quiero felicitar,
al que las tardes de Florida
supo crear.


Autor(es): José Bohr