Zamba del Olimar
Por el tajo ’e la picada
que sangra en el zucará
y besando las pitangas
llegaba hasta el Olimar.
El verde de sus orillas
blanqueaban las lavanderas,
y él me prestaba sus aguas
pa’ refrescar mis perezas.
Después él seguía su paso
sin lugar pa’ las tristezas;
él feliz porque marchaba
y yo por tener querencia.
Ay, mi Olimar cristalino,
que nunca podré olvidar,
espejito peregrino
donde se mira el ceibal.
Qué brillo tendrá su paso
y qué oscuro es mi recuerdo:
él debe estar donde estaba
y yo ahora soy forastero.
Writer/s: José María Obaldía, Enrique Sosa