Su Mano Sobre La Mía
A oscuras, no me atrevía a buscar el interruptor,
una mano sobre la mía... temía, con negra razón,
que me fuera a agarrar, helada como el mar
helado como un miedo cervical, medular, cerval,
la mano de un muerto que vive en la habitación,
dormido o aún despierto, me agarra del corazón
y se me lleva a un mar de oscura inmensidad,
entre olas de maldad, de negra oscuridad...
Y apareciste allá, me venías a buscar
y desde entonces... desde entonces soy tu perro y ya
nunca podría largarme, tanto hemos pasado, tanto, tanto,
y te quiero tanto, no hay nada que me haga dejarte de querer,
no lo hay, ni siquiera tú podrás hacer que te deje de querer.
Mordí tu mano un día, la que me daba de comer,
y fui castigado, así aprendería, y aprendí que me gustaba
la carne humana de tu mano helada, y no hay
nada que me la arranque de la boca,
y como una roca, no te dejaré de querer.
