Jamás olvidaré al hombre que quiso ponerme un piso


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No muy alto, limpio y blanco,
no muy calvo, gris y amable,
lejano como un padre.
Jamás olvidaré al hombre
que quiso ponerme un piso.


Me vio vestida de violeta,
pálidas pecas, ojos nocturnos,
un gran desliz en la pechera.
Vino y me dijo: un servidor
llegó de Andorra, no tiene madre,
va por el mundo buscando amor,
si usted me atiende y me convence,
será perfecto, le obsequiaré
con un palacio de duralex.

Mas yo le dije muy correcta:
Estoy realmente enamorada
de un pelotari desalmado,
joven atleta, gran amador,
que baila el soul como un poeta,
los ojos blancos, manos en flor…
Pues no hay problema, señorita,
usted de día ni me conoce
y por la noche me da su amor.

Yo soy mujer emancipada,
le contesté al pobre señor,
pues tengo un novio en Igualada
y otro que es chino en el Japón.
Más cuenta abierta en tres hospicios,
de diez padrinos corto el cupón,
dispuestos siempre al sacrificio,
si yo exigiera probar su amor,
no me importune, haga usted el favor.

Adiós Guillerma de mi vida,
partió llorando el buen señor,
tú eres la estrella de Sevilla,
camino verde hacia la ermita,
tú eres el faro, la luz, la guía.
Por los senderos de mi vejez
has puesto huella de poesía
en mi almohada de viejo lord.
Josep Maria Puig Codina, un servidor.


Writer/s: Manuel Vázquez Montalbán, Joan Lluís Moraleda

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