Sílvia Pérez Cruz

Todas las madres del mundo


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Todas las madres del mundo,
esconden su vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
y al origen solitario
y al pasado sin herencia.

Pálida y sobrecogida
la virginidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.

La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.

La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.

El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.

Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
despojarse, poseerse
de una terrible manera.

El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.

Luego el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugías,
mutilado de tristeza.

El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.


Writer/s: Miguel Hernández, Sílvia Pérez Cruz