Quilapayún

Canto a la huelga [o Canto a la pampa]


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Canto a la pampa, la tierra triste,
réproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación.

En donde el ave nunca gorjea,
en donde nunca la flor creció
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó.

(Año tras años por lo salares
del desolado Tamarugal,
lentos cruzando van por millares
los tristes parias del capital.

Sudor amargo su sien brotando,
llanto a sus ojos, sangre a sus pies,
los infelices van acopiando
montones de oro para el burgués.)

Hasta que un día como un lamento
de lo más hondo del corazón
por las callejas del campamento
vibra un acento de rebelión.

Eran los ayes de muchos pechos
de muchas iras era el clamor
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador.

(Vamos al puerto -dijeron-, vamos,
con un resuelto y noble ademán,
para pedirles a nuestros amos
otro pedazo, no más de pan.

Y en la misérrima caravana,
al par que el hombre, marchar se ven
la amante esposa, la madre anciana,
y el inocente niño también.)

Benditas víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fe
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan sólo fue.

Baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición.

Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó
pido venganza para el doliente
huérfano y triste que allí quedó.

Pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho a abrir
pido venganza por el pampino
que allá en Iquique supo morir.


La estrofas entre paréntesis son omitidas por Quilapayún.


Writer/s: Francisco Pezoa, Tomás Gabino Ortiz