Escapando del laberinto
Si habitamos
la calle más perdida
del barrio más perdido,
si hileras de torres clónicas
forman un laberinto
donde las ilusiones
quedan atrapadas
sin poder salir
de su círculo,
donde no quedan ya ni recuerdos
de una vida fuera de los edificios,
tras las ventanas
el mismo monólogo eléctrico
mantiene dormido a los dormidos,
dichosos de su sino.
Y tú con este insomnio,
con ese nosequé
que te desvela en las noches
harto del dejà vu rutinario,
de los días repetidos,
de repetir el ciclo,
encerrando tus deseos,
quedándote sin objetivos.
Con esa sensación extraña
de no estar del todo vivo.
Amarga carencia,
carencia de nosequé,
con ese existencial vacío
que llenar de algo desconocido.
Así que sales a la calle
ahora que todo está tranquilo,
que todo está dormido,
que la prisa ha terminado.
La noche acoge a los perseguidos,
buscan en la sombra
algo que les haga seguir vivos.
Como si de pronto
se deshiciera el laberinto,
rotos trapos viejos
jugando a ser niños,
vida latente
que descompone la ciudad
germinando en los rincones
una nueva realidad.
Manos que palpan el pulso subterráneo,
manos que aprietan el corazón eterno,
corre un fuerte viento,
corre un fuerte viento,
que borra la bruma ocre
que cubría el firmamento.
Escapando del laberinto.
Así,
se encieden de nuevo las estrellas,
las estrellas que nos dieron el crecer
y el soñar.
Aquí estamos tú y yo
dando vueltas a lo mismo.
Escapando del laberinto.
Writer/s: Sebas Redó