Décimas (68): Yo denuncio a los radiales (o Esto no es mucho, yo creo)
Esto no es mucho, yo creo,
digo sentenciosamente;
escuchen pacientemente
lo que contarles deseo.
Ni con ajenco y poleo
se acabará con los males
que brotan como raudales
chispeando mil de venenos
en los flamantes proscenios
ambientes de los radiales.
¿Saben ustedes, señores,
lo que acarrea un concurso
en esos largos discursos
que gritan sus locutores?
Niñitas que son primores
se pierden en los pasillos;
si cantan los pajarillos
delante del trasmisor,
es que el sabio locutor
le hizo aflojar los tornillos.
Gracias a Dios que soy fea
y de costumbres bien claras;
de no, qué cosas más raras
entraran en la pelea.
Donde llueve y no gotea
se van pasando los años.
«Cuesta subir los peldaños
si está apartando el amor»
–dice un señor locutor
a una artista en el escaño.
Cantar es lindo deleite,
mucho mejor con guitarra,
quien le hace el quite a la farra
se va como por aceite.
Sin mañas y sin afeites
puede llegar la cantora,
cantarle a la blanca aurora
como lo hace el chincolito,
o cantarle al angelito
como la Virgen Señora.
Si escribo esta podesía
no es solo por darme gusto,
más bien por meterle un susto
al mal con alevosía.
Quiero marcar la partí’a,
por eso prendo centella;
que me ayuden las estrellas
con su inmensa claridad
pa’ publicar la verdad
que and’a la sombra en la tierra.