Le pegué el salto a un roble
¡qué cabrón que soy!,
a mi compañero el roble,
mi hermano gemelo.
Con la misma madera nos
fabricaron siguiendo idénticas pautas,
madera rústica con la que se hace
casi de todo, menos las flautas.
Tengo ahora un perfecto
fresno estilizado
de semilla selecta
y alta calidad.
Pero me falta lo principal:
una rama de campaña,
mi árbol de Navidad,
un palo de Cucaña.
Al lado de mi árbol,
vivía feliz,
jamás habría debido abandonar mi árbol.
Al lado de mi árbol,
vivía feliz,
soy igual que Adán lejos del Paraíso.
Lo que más me molesta
es haber tirado
la más vieja pipa
que había fumado.
Quemaba en ella sin manías
-y jamás me chamuscaba-
el tabaco de los días difíciles,
cuando el estómago se quejaba.
Tengo pipas de espuma
con adornos de esmalte,
las que la gente fuma
con la cabeza bien alta,
pero nunca he vuelto a encontrar,
ni con zahoríes ni astrolabios,
el regusto tan añorado
por mi corazón y mis labios.
Pegadme una bronca,
me lo mereceré::
he dejado plantada
a mi mujer.
Y es que no me atraía
ver continuamente
cada día la misma nariz
en medio de su cara.
Por valles y montañas
Intento encontrar
una o más compañeras
para poder olvidar
a la que nunca supo
limpiar bien las lentejas,
pero que seguía con buena fe
todas mis locuras.
De una tierna buhardilla
yo era el residente,
y por sus grietas
veía el Firmamento.
Me lo aprendía desde la cama,
y por el salario más tierno
llevaba a mis amores nocturnos
a dar una vuelta por Sagitario.
Mi tejado
ya no es de mala calidad,
puede llover todo un año
a cántaros sin que me moje.
Pero si antes hacía subir
a muchas pieles morenas hasta el cielo,
hace ya unos cien años
que no he visto la luna.
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