En aquel tiempo, yo vivía en la luna.
Los placeres de aquí abajo me estaban prohibidos.
Escritor y jardinero, entre un verso y una ciruela,
acogía gatos extraviados.
Ah ah ah ah ¡Puta de ti!
Ah ah ah ah ah ¡Pobre de mi!
Un día lluvioso, alguien llama a la puerta.
Yo me apresuro a abrir: otro gato, seguro.
Mira por donde, el felino que la tempestad me traía
eras tú, eras tú, eras tú.
Me miraste con ojos de color pistacho
y me pusiste en el corazón una pata de terciopelo.
Por suerte para mi, no tenías bigotes
y lo ignorabas todo sobre la virtud
Por los rincones de mi vida bohemia
esparciste las chispas de tus veinte años.
Y para mi, mis flores y mis gatos, fuiste el premio
de aquel que consigue ganancias sin haber apostado.
Pero el Tiempo pasa y lo destroza todo con la guadaña.
Apenas maduraba nuestro amor
y tú ya quemabas mis sonetos, maltratabas a mis gatos
y regabas mis lilas con lejía.
Hasta que una noche, miserable ramera,
al encontrar vacía la alacena, no dudaste,
por un cuarto de quilo de pollo y una butifarra,
en saltar a la cama del carnicero.
Harto ya por fin, mujer sin entrañas,
y renunciando a los amores frustrantes y desdichados,
volví a la luna, llevándome mis cuernos,
mis flores, mis canciones y mis gatos.
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