¿Ya lo sabías, que la piel palpita y habla,
que la historia de la vida está enraizada en los dedos,
que la mano es toda cerebro si la sabes utilizar
para hallar caminos húmedos en un cuerpo entregado?
Tenemos siempre los receptores preparados
pero funcionan con sordina, a ras de miedo…
Utilizamos para apretar un timbre –y aún con temor-
un motor capaz de hacer que avance un tractor.
Y sin embargo todo es tacto,
la vista y el olfato,
el oído y el gusto.
Tacto es la voz que acaricia,
la sonrisa que oculta
un gesto de rechazo…
Tacto es la mirada que se dispara
para atravesar un corazón iluso
Tacto es la carta esperada,
la imagen robada
del fondo del espejo.
Tacto, el recuerdo y la espera.
Ningún escondrijo
puede protegerte del tacto,
tu señor, tu vasallo.
Cada vez que recorro los caminos de una amiga
siento que el tacto renace como un niño.
Es la sensación más nueva y la más antigua
que es capaz de reconocer un viajero.
Y la mano se amolda a los brazos, a la cintura…
Cuando llega al pecho reposa y es feliz,
pero pronto vuelve a iniciar la marcha, y no descansa
hasta hacer suyos los mil rincones del nuevo país.
Tacto, eres el Fénix de la ternura,
surgido de las frías
cenizas del deseo.
Sabes calentar la sorpresa,
empapar la sequía,
eres chispa y salpicadura.
Quien te cree un sentido de segunda
se equivoca totalmente.
Con discreción, nos acompañas
por tierras extrañas
y lugares familiares,
buen intérprete de la vida,
nos das la medida
de cuerpos y de mares.
Y, en la oscuridad, tus murmullos
nos iluminan como faros.
El lenguaje no se acaba con las palabras
y el silencio, a menudo, es aparente.
Hay mil signos que nos dibujan el paisaje
si sabemos interpretarlos correctamente.
Por todas partes hay puertas vírgenes, nunca cruzadas.
Detrás de ellas, acecha lo inesperado.
Y nosotros somos las llaves más indicadas
para abrir de par en par todo universo.
Dúdalo si quieres, pero el tacto
nació de un pacto
entre el corazón y el cerebro.
Ellos dispusieron un territorio
neutral, y es evidente
que fue en la piel
donde tuvo lugar el abrazo,
la unión de la sensatez y del arrebato.
Es desde entonces, pues, que el sexo
reivindica su nexo
con la imaginación;
que, cuerpo a cuerpo, día a día,
una dulce locura
invade la razón.
Dúdalo si quieres, amada,
pero acoge este canto en tu corazón.
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