Estoy solo en la habitación
cuatrocientos cincuenta y uno.
Me encuentro en tierra de nadie,
Rodeado por paredes de ámbar,
una tele, un mueble-bar
y las chinches de la ausencia
que arrastran la indolencia
por sábanas privadas de mar.
De aquí a unos días, pequeña,
adherida a otros labios
y con unos dedos diestros y sabios
paseándose por tu culo,
no necesitarás ayuda
para guardarme en el baúl
de los recuerdos, aprisionado
con llave, candado y cerrojo.
Seguirá girando la Tierra:
tal vez estalle una guerra
o se tambalee una paz,
e irá manando tu vida,
inquieta o aburrida,
entre lluvias y cielos azules.
Ni te darás cuenta, al comenzar un viaje,
cuando te alejes de la playa,
De que yo habré abandonado la nave.
Estoy seguro de que mañana
no me echarás de menos.
- O tal vez, cuando menos te lo esperes,
ya iniciado el otoño,
notes un poco de frío
(la vida tiene estos misterios),
y tu mano inconsciente,
con la habitación a oscuras,
busque como quien caza moscas
mi cuerpo inexistente.
Dentro de poco, querida,
justo a la hora de las brujas,
sabrás separar los muslos
plateados de la noche,
y te adentrarás en ella, rodeada
de muecas y bullicio,
pero sin aquel estúpido
que te seguía con ojos de esclavo.
Tú y la oscuridad erais amigas.
Yo a las tres me adormecía
arrimado a un whisky con hielo...
Ahora ya podrás sentirte libre,
olvidar el reloj y vivir,
compartiendo un trozo de estrella
con algún arcángel de alas sucias,
de los que mantienen putas
por los arrabales del séptimo cielo.
Estoy seguro de que mañana
no me echarás de menos.
- O, tal vez, una madrugada,
no te detendrás a pensar,
y tu índice marcará
maquinalmente mi número.
Pero, antes de la tercera señal,
colgarás, más que molesta
por haber inclinado la cabeza
como una sentimental.
Mucho antes de lo que te imaginas
(no hay mal que cien años dure),
cuando de repente se detenga
el ascensor en tu rellano,
ya no notarás espinas
hurgándote el corazón,
ni enganchada a la mirilla
convertirás la piel en deseo.
No seré más que uno de tantos fantasmas
exiliados de tus orgasmos,
a los que ya no estoy invitado.
Y, si un día quieres dar marcha atrás,
te darás cuenta de que el tiempo
ha ido trabajando a escondidas...
de que mis fotos ya se borran,
y de que los gusanos del olvido corren
por mi rostro roído.
Estoy seguro de que mañana
no me echarás de menos,
así como estoy seguro
de que no soy nadie sin ti.
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