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Entrevista

Jaume Sisa: «Si uno puede no trabajar, eso es mejor que tener que trabajar»

por Isabel Llano el 27/12/2019 

Entrevistamos al cantautor Jaume Sisa a propósito del lanzamiento de Els llibres galàctics 1966-2018 (Anagrama, 2019), editado por Ignasi Duarte.

Jaume Sisa presenta «Els llibres galàctics 1966-2018». © Xavier Pintanel
Jaume Sisa presenta «Els llibres galàctics 1966-2018».
© Xavier Pintanel
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Nacido en Barcelona el 24 de septiembre de 1948, cantautor galáctico desde mediados de los 70, famoso a partir del lanzamiento de su álbum Qualsevol nit pot sortir el sol (Zeleste 1975), Jaume Sisa tiene tantos heterónimos como Pessoa: el biógrafo Ventura Mestres; el cantante Ricardo Solfa; Armando Llamado, el compositor de Solfa; y El Viajante, homenaje al difunto padre de Sisa, es el espíritu que comprende a todos los personajes.

 

Esta publicación galáctica es un reconocimiento de Anagrama a su vida, reúne todas las letras de sus canciones así como poemas, cartas, artículos y pensamientos de Jaume Sisa y sus heterónimos. Son siete libros en dos volúmenes, escritos en castellano y catalán, cada uno de los cuales corresponde a una etapa, un género, un estilo. Para los no catalanoparlantes, el catalán al ser fácil de leer no es ningún obstáculo.

 

Durante la entrevista, la voz de Sisa pasa a ser la de Ricardo Solfa, el famoso vocalista de orquesta de baile que cantó con la Orquesta Platería aquella mítica nochevieja de 1974 en que surgió la orquesta, en el Zeleste, local de la juventud de la época. Sisa también nos comentó lo que podría pensar el biógrafo Ventura Mestres de la publicación de estos libros. Reímos con sus aventuras infantiles en el Poble Sec, su barrio natal, recordamos sus primeros años como cantautor, hablamos de su relación con Javier Krahe, otro galáctico cantautor, como lo son también quienes siguen la estela de Sisa: Albert Pla y Roger Mas.

 

Los siete libros en el orden y autor correspondientes son: Letras musicales (Sisa con textos de Ventura Mestres), Poesía dispersa (Sisa), Rumiacions (Sisa), Autochoques Lavida (Jaume Sisa), Ricardo Solfa, Cancionero y variedades (Armando Llamado) y El Viajante (SisaMestresLlamadoSolfa). Según nos comentó Sisa, Ricardo Solfa es el libro más interesante y el que más le agrada. Además hay retratos, prosa, y hasta el fragmento de una novela.

 

Sisa hace parte de la memoria histórica musical, cuenta en su discografía un poco más de una veintena de álbumes, dieciséis de estudio, entre ellos Malalts del cel (Satélite K, 2016) el último publicado. Es un icono de la cultura de Barcelona, junto con quienes han sido sus íntimos amigos: Pau Riba, el Gato Pérez (Javier Patricio Pérez), La Voss del Trópico (Jordi Farràs i Clusella), Rocky Muntanyola (Jordi Batiste) y Carles Flavià.

 

Sisa, ha cantado a Barcelona, para la muestra su canción La Font del Gat, nacido el mismo día de la Mercè, patrona de la ciudad, fue encargado del pregón en el festival de la Mercè de 2008, también ha hecho teatro musical con Dagoll Dagom. Con Els llibres galàctics, Sisa nos invita a un mágico y maravilloso viaje estratosférico por la cosmovisión de su vida.

 

Els llibres galàctics 1966-2018.

 

Tú formas parte de la memoria musical de este país y estos libros permiten acercarse a la visión galáctica, ¿cómo surge la idea de publicar estos libros?

 

En principio, mi intención era la de publicar un libro de letras de canciones al modo en que lo hacen los cantautores. Ocurrió que cuando tuve reunidos todos los textos de las canciones que he grabado a lo largo de mi vida, había ido encontrando, por cajones, armarios y carpetas, otro material que no eran exactamente las canciones. A mí se me conoce por las canciones, pero había también poemas, cartas, escritos de todo tipo, y pensé: bueno, las canciones va de soi que el público ya las conoce y por ahí nadie descubrirá nada, el que me conozca, claro, en cambio todo el resto…

 

Había publicado un libro de canciones y poemas en el año 1984, que ya está súper descatalogado, en 1996 el disco-libro El Viajante, en el que también había textos, poemas y escritos.

 

Y pensé que quizás sería la manera de que el público supiera lo que hago: además de las canciones, hacer un compendio de todo este material, de dar un panorama completo de mi obra. Así es como ha salido el libro, como una especie de obras completas, en el sentido de que está toda la creación literaria y poética, aparte de las canciones.

 

En el cuarto libro, Autochoques Lavida, hay un escrito sobre la Orquesta Platería. Me gustaría que fuéramos atrás en el tiempo, irnos a esa época histórica del surgimiento de la Orquesta Platería, aquella nochevieja de 1974 a 1975, cuando nace Ricardo Solfa.

 

(Risas) Pues sí, fíjate cuántos años. La Orquesta Platería fue una aventura que emprendimos unos colegas que no nos dedicábamos a la canción melódica ni a la música de orquesta de baile, sino que hacíamos otras cosas —El Gato Pérez cantaba rumbas, La Voss del Trópico cantaba boleros, pero no bailables, yo hacía mi repertorio—, y decidimos recuperar la música de nuestra infancia, la música que habíamos escuchado —por la radio o que nuestras madres cantaban o en las fiestas populares— desde la infancia.

 

En esos años éramos jóvenes, teníamos todos entre 25 y 27 años, y con la orquesta emprendimos un viaje al pasado bastante inmediato, para reencontrar esa sensibilidad que con el advenimiento del rock y el pop... Nos producía un tilín recuperar a cantantes como Antonio Machín, Jorge Sepúlveda, que aquí en España eran muy famosos, y buscar entre el repertorio melódico tangos, boleros, chachachás de Benny Moré, Gardel... En fin, nos reunimos una docena de músicos y cantantes y montamos el repertorio.

 

¡Nos lo pasamos muy bien, fuimos muy felices! Fue de una intensidad que todos reconocíamos ese sentimiento casi familiar por un tipo de música que no practicábamos pero sí nos resonaba. Esa noche tuvo algo de especial, de mágico, porque se organizó como una velada única. En principio, la Orquesta Platería no tendría que haber pasado de esa noche.

 

¿Qué ocurrió?

 

Ocurrió que gustó tanto —toda la gente que vino se lo pasó muy bien, todo el mundo lloró de emoción, bailó y recordó, y fue como un sueño, como una especie de viaje en barco— que decidimos de alguna manera continuar. Yo estuve solamente el primer año, pero luego los músicos con otros cantantes —como La Voss del Trópico, Rocky Muntanyola, Manel Joseph— siguieron hasta hoy prácticamente. Ha sido una aventura que nadie se lo imaginaba que iba a durar cuarenta años.

 

Durante ese año en que estuviste en la orquesta ¿cómo lo llevasteis vosotros los cantantes que hacíais otras cosas?

 

(Risas) Claro, porque esto de la orquesta lo alternábamos con la música que hacíamos cada uno fuera de la orquesta. En realidad ese primer año actuamos muy pocas veces, solo una media docena de sesiones, contadas, porque a la Orquesta Platería no la conocía nadie. Pero entonces surgió la posibilidad de grabar un disco, lo grabamos [Orquestra Plateria, Edigsa 1978], y a partir de entonces la cosa ya empezó a adquirir una dimensión más comercial, empezaron a venir contratos de las fiestas de los pueblos, de los barrios, de las fiestas patronales, de verbenas y para todo tipo de eventos.

 

La amistad entre Sisa, Gato Pérez y Jordi Farràs "La Voss del Trópico" ¿cómo fue?

 

Es una amistad que venía desde bien jóvenes. A Jordi Farràs "El Trópico" le conocía por medio de otro amigo mío, con el cual él había hecho el servicio militar, y era cuando yo empezaba a cantar y el también empezaba a cantar boleros. Todavía no éramos conocidos ni ninguno habíamos actuado en público prácticamente.

 

Con El Gato lo mismo, él había llegado de Argentina y aquí en España había montado Secta Sónica, un grupito de rock, pero tampoco eran muy conocidos. Luego sí, cuando Gato empezó a cantar rumbas triunfó comercialmente mucho. El Trópico menos, porque él era químico y nunca dejó de trabajar, decía "soy el químico que canta, llevo noche en la garganta". Es curiosa la vida de este artista que nunca llegó a ser muy popular ni tuvo éxito comercial, porque nunca dejó el trabajo de químico. Él alternó, toda la vida, el trabajo en la industria química, en un laboratorio donde trabajaba, con la música. En cambio El Gato sí que se profesionalizó igual que yo.

 

En esa noche de debut de la Orquesta Platería, además, nació Ricardo Solfa.

 

A mí, igual que a ti, me encanta el libro quinto, el libro de Ricardo Solfa.

 

Es el mejor. (Risas)

 

En el libro séptimo, El Viajante, en las sección quinta, Postales, se le dedica una biografía a Sisa, a Ventura Mestres, a Ricardo Solfa… en la biografía de Solfa no está incluido ese debut con la orquesta a pesar de haber sido una noche fantástica, ¿puede ser porque se le quiso dar más importancia a toda su discografía?

 

Exacto, no está incluido como un hito biográfico ciertamente porque, claro, la realidad periodística es que Sisa se convirtió en Ricardo Solfa. Pero la realidad poética, la imaginada, es que Solfa apareció por allí, por casualidad, no se sabe muy bien cómo, porque había conocido a Sisa en una actuación no se sabe dónde y Sisa le había invitado a cantar con la Platería, porque ya llevaban este proyecto entre manos y tal, pero Solfa ya era vocalista de orquesta, o sea que para él esto era como una cosa más. Él no le dio mayor importancia.

 

Creo que Ventura Mestres estará muy contento de la publicación de todas las letras de las canciones de Sisa y de saber que la música de Sisa hace parte de la memoria musical, por ejemplo con canciones como Qualsevol nit pot sortir el sol, Galeta galàctica y La catedral. Sin embargo, Ventura Mestres, que ha escrito tanto sobre la música de Sisa es posible que diga que el público no ha prestado suficiente atención a alguna canción. Si fuera así ¿cuál canción sería?

 

No lo sé, porque él tiene su criterio y su idea, él sigue su rumbo. Ventura Mestres, como queda reflejado ahí en esa pequeña sinopsis biográfica, muy sucinta pero con datos básicos, es que es un terrateniente, tiene vides, hace vinos, es de Tarragona, viene de buena familia, de terratenientes de toda la vida, o sea de gente importante. Pero él ha salido un poco bohemio, un poco artista, aunque él nunca produjo como artista ni se expresó, pero se enamoró de Sisa y entonces le seguía a las actuaciones, se hicieron amigos.

 

Él escribía artículos, comentarios y notas sobre la obra de Sisa. Ventura Mestres es un bon vivant, le gustan los placeres del arte y la poesía y la música también, es fan de Sisa, pero no sé más detalles de él, no los he sabido nunca, a él le gustaba lo que yo hacía. Hace años que no sé nada de él, no sé si está vivo o muerto, pudiera haber muerto porque es mayor que yo, pero no me ha llegado ninguna noticia y creo que me hubiera enterado.

 

 

Jaume Sisa. © Xavier Pintanel
Jaume Sisa.
© Xavier Pintanel

 

 

La época de Barcelona del "boom" de la literatura latinoamericana, donde estaba la discoteca Bocaccio en furor, luego aparece el Zeleste y la gente iba a uno y otro local. Tú cuentas en el libro sobre alguna noche en que te estuviste tomando unas copas en el Bocaccio, sin embargo eras un incondicional del Zeleste. ¿Cómo recuerdas la Barcelona de entonces?

 

Bueno, en Barcelona, en los años 1960, hubo una explosión de creatividad y de modernidad, que se canalizó a través de ese local Bocaccio y de lo que se vino a llamar la "gauche divine", que eran arquitectos, escritores, pintores, también algún músico, poetas, era más estética la disciplina dominante. Yo en la década de los sesenta no tuve participación en toda esta historia de la "gauche divine".

 

A mí en los años sesenta en el Bocaccio no me dejaban entrar, porque yo iba con el pelo largo, desastrado, según las tendencias hippies del momento. El Bocaccio era un sitio más fino, pijo (fresa, pelucón) totalmente. En cambio, unos años más tarde, en la década siguiente, cuando se abrió el Zeleste a principios de los setenta, ahí sí, yo vivía ahí, pasé muchos años que frecuentaba ese local. Cuando saqué Qualsevol nit pot sortir el sol a principios del 75, y ese disco triunfó y fue con el que empecé a profesionalizarme, a poder vivir de la música, que hasta entonces no lo había conseguido, yo ya tenía 27 años, entonces sí, entonces ya me dejaron entrar en el Bocaccio, aunque fuera igualmente desastrado y con el pelo largo me dejaron entrar en el Bocaccio, porque ya empezaba a ser conocido.

 

En el Bocaccio, si eras conocido, si eras un poco famoso, aunque fuera localmente, ya te dejaban entrar, pero sino no. O sea que esa fue una de esas cosas que aprendes en la vida, pues como casi todo, con dolor, porque piensas, ¿entonces ahora porque soy famosillo ahora ya me abren la puerta?, el portero ya me decía "pase, pase señor Sisa", antes "no, reservado el derecho de admisión", vaya, soy el mismo. Bueno, pues así son las cosas.

 

El Zeleste era una alternativa y también generacional a todo este movimiento.

 

Claro, por el Zeleste pasó toda la juventud de la época.

 

Sí, totalmente. Eso fue la década siguiente. Los sesenta son de Bocaccio y los setenta de Zeleste. Curiosamente, este libro lo he editado con la editorial de Jorge Herralde, que era uno de los accionistas del Bocaccio, no del Zeleste.

 

Pero Rafael Moll, quien ha sido productor musical y director del Zeleste, siempre ha estado a tu lado.

 

Sí, mi amigo de toda la vida y productor de muchos de mis discos, fue uno de los fundadores del Zeleste.

 

Sisa ha hecho teatro, por ejemplo Tan bé que anàvem, con Carles Flavià, obra muy divertida en la que hablabais de las ex. En el libro tercero Rumiacions (pensamientos), Sisa dice que se ha de morir de amor. ¿Cuántas veces ha muerto Sisa de amor?

 

(Risas) Sí, este es un pensamiento del libro de los pensamientos. Un pensamiento ya de senectud (Risas). Uno da un repaso a su vida y se da cuenta de la importancia que ha tenido y que sigue teniendo y que siempre tiene el amor en la vida, en todos los sentidos, incluido en el sentido de las canciones y la poesía. Es como una savia que finalmente tiñe siempre, de una manera u otra, la expresión poética y sobre todo las canciones. Seguro que hay millones y millones de canciones de amor. Si ahora pudiéramos hacer un registro de canciones, pues hay millones de canciones en el mundo; temas, pues de amor, de reivindicación política o social, humorísticas, dramáticas… pues seguramente las de amor ganarían con mucha diferencia.

 

Yo, por otra parte, no he sido un autor de canciones de amor, tengo alguna, pero no es mi especialidad. En cambio sí que es un tema que toca la fibra más viva del alma humana y de ahí ese pensamiento de que si uno no puede vivir por amor, quizá debería morir por amor. En principio, prefiero vivir de amor que morir por amor, es más agradable.

 

Los temas de tus canciones los relaciono con los de las canciones de Krahe. En el libro hay una carta dirigida a él, no está escrito su apellido pero se deduce que es Krahe. La carta comienza con "querido amigo Javier" y habla del paraguas que se dejó olvidado en tu casa. ¿Cómo fue la amistad con Krahe, mientras estuvo Ricardo Solfa en Madrid?

 

Cuando Ricardo Solfa llega a Madrid a finales de 1985, él y Krahe ya se conocían, porque habían coincidido anteriormente en Madrid en algún bar, en una actuación o algo, y como Ricardo Solfa tenía el teléfono de Krahe le llamó. Eso fue en unas fechas cercanas a la navidad. Entonces Krahe le dijo "hola, pues muy bien que estás instalado aquí en Madrid, si quieres vente a pasar la nochebuena a mi casa, yo estaré aquí con mi mujer, mi hija y algunos amigos". Yo le dije que estupendo, muy bien, gracias.

 

El día de la nochebuena del 85, me iba para casa de Javier y claro —yo no había pasado antes en una navidad en Madrid, Ricardo Solfa conocía Madrid, había estado algunas veces, actuado con sus orquestas de baile en plan medio anónimo— Ricardo Solfa descubrió que en Madrid la nochebuena la ciudad está desierta y muerta, no funciona nada, no hay taxis, no hay medio de transporte, no hay nada abierto, todo el mundo está en casa, en la suya o en la de alguien, celebrando esa noche. Yo vivía en una punta de Madrid y Krahe en la otra. Entonces de pronto me encontré con que a las nueve de la noche bajé a la calle con intención de agarrar un taxi y no había taxis, no había nada. Le llamé y le dije: no sé cómo llegar a tu casa, no hay metro, no hay nada. Y me dijo: no te preocupes. Él me fue a buscar en su coche, me recogió en mi casa, me llevó hasta su casa y ahí estuvimos hasta las cinco o las seis de la madrugada celebrando la nochebuena. A partir de ahí pues hicimos una amistad más profunda, nos veíamos, incluso durante una época tuvimos una tertulia conjunta con una serie de amigos que nos reuníamos una vez a la semana en un bar y ahí discutíamos.

 

Creo que Krahe es también muy galáctico.

 

Bueno, Krahe es una cosa única, es un artista tan especial, tan singular, tan extraordinario. Él se definía o yo no sé si alguien le definió como un orfebre de las palabras. Efectivamente, él me dijo: yo realmente trabajo cada palabra, cada verbo, cada coma, para que encaje todo perfecto. Realmente se nota, cuando escuchas sus canciones se nota.

 

Krahe, como tú, decía que trabajamos mucho. Su último disco Las diez de últimas venía con el libro El derecho a la pereza, cuyo autor es Paul La fargue, yerno de Karl Marx.

 

Coincidíamos en eso. Los dos descreíamos del valor del trabajo. O no exactamente del valor del trabajo, sino del empeño en el trabajo. Creo que los dos nos considerábamos vagos de tendencia natural, vagos naturales.

 

Tú también lo dices en tus discos.

 

Sí, o sea que si uno puede no trabajar, mejor, eso es mejor que tener que trabajar. En eso coincidíamos. Luego también en un cierto tipo de ideas libertarias y un poco fuera de la política convencional.

 

Els llibres galàctics 1966-2018.Esas ideas libertarias quizá también tengan que ver con aquello que viviste de pequeño por la avenida del Paralelo. En el libro cuentas que de pequeño te asomabas y veías El Molino, algo que para un chico significaba ver algo prohibido. ¿Hasta qué punto el hecho de que Sisa haya estado en contacto con esos "bajos mundos" le ha permitido —como lo hace, por ejemplo Baudelaire— reivindicar la marginalidad? Por ejemplo, la chica de la canción Noia Estrangera es finalmente una puta. ¿Cómo son las relaciones de Sisa con esos mundos para la creación?

 

Es que yo nací en Barcelona junto a la avenida del Paralelo, en el barrio Poble Sec. El Paralelo está junto a lo que era el barrio chino, que ahora se llama El Raval, o sea que toda la parte de Barcelona entre el Paralelo y la Rambla era lo que se llamaba el barrio chino. Ahí había locales de variedades, pequeños locales, antros, donde actuaban artistas del mundo del espectáculo.

 

En ese mundo El Molino era la catedral, un teatro pequeño pero era el más importante. Yo, de niño, con los demás niños andábamos por ahí correteando por el barrio, y pasábamos por El Molino. En una fachada lateral había un ventanuco desde el cual se veía una parte del escenario y una parte de la entrada por donde entraban los artistas para la zona de los camerinos. Entonces allí, nos subíamos unos a otros a hombros, para ver si veíamos algo, sobre todo alguna vedette que… en fin…

 

Que estuviera cambiándose

 

Sí, eso es, nuestra malicia era esa, ir a ver chicas a ver si podíamos pillar algo. Entonces nos subíamos y "venga va, oye baja ya, que ya llevo un rato" o "¿qué ves, qué ves?" o "no, no veo nada espera un momento más" o "no, coño, baja que ahora quiero subir yo". (Risas) Eso era como un juego. Claro, al teatro no podíamos entrar porque éramos menores.

 

Así que para mí toda esa leyenda viva de lo que ha sido el Paralelo, —esa gran avenida barcelonesa que desde los años veinte adquirió fama mundial en toda esa época de la Belle epoque, se decía que París era la ciudad de la luz, pero que Barcelona tenía el Paralelo, que era tan importante, una avenida que va desde el puerto hasta plaza España y que en esa época todavía había muchos teatros, cines, cabarets, salas de fiestas, muchos cafés, restaurantes, y todo eso conformaba un ambiente, era un poco como la calle Corrientes en Buenos Aires, pero sin librerías, todo era vida nocturna—, pues yo crecí allí y mis padres me contaban que en años anteriores, antes de la guerra civil el Paralelo era una fiesta continua de luz, color, alegría y diversión, no cerraban nunca, a cualquier hora podías comer, cenar, entrar a un teatro, una sala de conciertos, o una sastrería y te hacían un traje en tres horas a cualquier hora de la noche, o podías comprarte unos zapatos.

 

Claro, para mí eso era un territorio mítico, yo crecí con esa idea en la cabeza. Cuando yo ya lo pude vivir, todavía quedaban locales como El Molino, todavía había bastante ambiente, pero ya no estaba abierto toda la noche pero aun así conservaba realmente un fervor de vida nocturna y de alegría considerable.

 

Ahora que has mencionado calle Corrientes de Buenos Aires, me pregunto si cuando vas de viaje, tú que eres de Barcelona por todos los costados y está Barcelona en toda tu obra ¿buscas a Barcelona en los otros lugares? Por ejemplo, estableces relaciones de Barcelona con otras ciudades, tú has dicho que Vía Layetana es lo más parecido que tenemos a Nueva York.

 

En Vía Layetana, en algunos edificios, en alguna calle, hay una cierta remembranza a Nueva York. Cuando estuve en Buenos Aires, que fui a pasar una temporada allí, me parecía que estaba en casa, porque los árboles que hay son los mismos plátanos que hay en Barcelona. Entre eso, el clima húmedo, el ambiente de ciudad cercana al mar, y esa atmosfera cosmopolita, eso de las librerías abiertas toda la noche —que no era el caso de Barcelona—, me hacían sentir como en casa. Lo que pasa es que Buenos Aires me producía una nostalgia excesiva.

 

¿Por el tango?

 

El tango es una de las grandes músicas populares del siglo XX, importantísima —junto con el flamenco y con el blues, y algunas otras como la canción francesa—, creo que es una expresión absolutamente moderna —de la modernidad bien entendida, no de la modernidad coyuntural que está de moda en esta década—, de la modernidad del siglo veinte, porque tiene ese punto existencial y al mismo tiempo conectado con la pasión de la vida, siempre me ha interesado y me ha gustado mucho el tango con esa capacidad de resumir la vida con toda su pasión y fuerza, y al mismo tiempo con una nostalgia de algo que no sabes muy bien qué es. Mi artista de tangos preferidos no es Gardel sino el que le llamaban el polaco, Goyeneche.

 

Y en el bolero Bola de Nieve ¿verdad?

 

Bola de Nieve para mí es lo más. (Risas) Al polaco, Goyeneche, tuve ocasión de verlo actuar, pero a Bola de Nieve no. Cuando estuve en La Habana él ya había muerto hace años, pero me han contado que verlo era una cosa espectacular: simpático, borrachín, gracioso, irónico, cantando con la gente, con el piano, una cosa que me hubiera gustado vivir. Y es también inconfundible, Bola de Nieve es un artista inimitable, nunca mejor aplicado el adjetivo.

 

Jaume Sisa presenta «Els llibres galàctics 1966-2018». © Xavier Pintanel
Jaume Sisa presenta «Els llibres galàctics 1966-2018».
© Xavier Pintanel

 

En los libros se incluyen las siglas, que son divertidísimas. ¿Crees que sería posible promover la FIGA?

 

Bueno, es un proyecto bonito. Es la Fraternidad Ibérica Galáctica Autogestionada, sería bonito, efectivamente. Pero claro, como idea poética me parece muy potente, pero la poesía pertenece al ámbito de lo abstracto, cuando entra en la vida real, que sería lo deseable, que la poesía en vez de vivirla en su terreno imaginario pudiéramos vivirla en la vida real, eso siempre es más complicado o más doloroso o más difícil, y ahí ya requiere otro tipo de esfuerzo, que no es solamente el de la creación, requiere una actitud, una manera de vivir la vida.

 

Jaime Gil de Biedma decía que él no quería ser poeta, quería ser poema. Eso siempre me quedó clavado, porque pensé: realmente ese es el quid de la cuestión. Dejémonos de crear o de escribir poesía, vivamos poéticamente. Pero no es tan fácil, yo lo intento de alguna manera. Es como si la poesía y la vida ordinaria estuvieran siempre en una pugna de ver quién se impone a quién, cuando en realidad lo importante es la mirada poética, no tanto la producción poética, sino la mirada sobre las cosas que contenga y sepa ver cuál es la dimensión poética de cada acto, de cada cosa, de cada momento de la existencia.

 

Es una actitud

 

Una actitud. Eso es.

 

Esa actitud va de la mano con ser galáctico ¿no? La visión galáctica tú la has explicado mucho, que abarca todas las dimensiones posibles, creo que también hay algo de mágico, justamente de poético en esa visión, por eso la visión galáctica la ligo con esa actitud poética.

 

Claro, es que se trata de eso. La visión galáctica es esa manera de entender o de percibir o de interpretar la realidad como un compuesto de muchas capas. Es evidente que la realidad no es solamente la realidad que percibimos con los sentidos y de manera diaria. La realidad, precisamente, en el prólogo del libro, de Ignasi Duarte, el editor, incide en los diferentes niveles: la realidad cantada, soñada, imaginada, inventada, vivida, contada. Porque es a partir de ahí donde yo creo que valga la pena incidir para recrear y enriquecer lo que llamamos realidad, de la cual normalmente solo percibimos una parte pequeña. Si esa parte pequeña se puede ampliar a partir de la visión galáctica, yo creo que entonces la vida es más bonita, más rica, más bella y más llena.

 

En tu libro dices que hay otros cantautores que pueden estar en esa sintonía galáctica: Albert Pla, Roger Mas, Marina Rossell, Pau Riba, tu amigo de toda la vida, casi quien te ha abierto la puerta a ser cantautor.

 

Sí, para mí Pau Riba fue un maestro, efectivamente. Empezamos juntos pero él sabía mucho más que yo y sigue siendo un maestro para mí.

 

Cómo ves tú a estos cantautores que he mencionado y que siguen esa estela galáctica.

 

Bueno, es a partir de la percepción y el análisis de su obra y de las cosas que hacen, si coinciden con esos ingredientes que yo otorgo a la visión galáctica, que es una cierta mirada esférica, en el sentido de aprehender toda la realidad que te rodea, una tendencia a lo metafísico, a lo incomprensible y lo abstracto, una incidencia también en lo irónico y en el sentimiento local a la par que una conciencia histórica o de la circunstancia de tu vivir y un discurso propio. Eso es muy importante, un discurso propio, lo que se llama tener una personalidad. Cuando oyes a alguien que se expresa con un discurso propio, enseguida se nota que no es prestado, sino que es alguien que tiene algo que decir, y eso es lo interesante en cualquier artista, que tenga algo que decir.






 
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