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Canto a La Libertad

José Antonio Labordeta

por Fernando G. Lucini el 26/08/2010 

Con motivo de la publicación del disco antológico en homenaje a José Antonio Labordeta, Fernando G. Lucini ha combinado amor y erudición —de las que anda sobrado— para preparar un reseña biográfica del trovador aragonés.

José Antonio Labordeta nació en Zaragoza el 10 de marzo de 1935 en un “caserón” de la calle Buen Pastor, donde su familia regentaba el prestigioso colegio Santo Tomás de Aquino; colegio en el que realizó gran parte de sus estudios primarios y el bachillerato.

 

Finalizado el bachillerato, José Antonio se matriculó en la Facultad de Derecho y, posteriormente, se cambió a la de Filosofía y Letras, donde obtuvo la licenciatura en 1960.

 

Durante aquellos años universitarios, empezó a escribir sus primeros poemas, participó activamente en las famosas tertulias del café Nike –que había impulsado su hermano Miguel–, fundó y dirigió la revista Orejudín –de la que se editaron seis números entre 1958 y 1960 y publicó su primer libro, titulado Sucede el pensamiento (Ed. Orenjudín, Zaragoza, 1959)1.

 

Finalizados sus estudios, tras su licenciatura, Labordeta vivió dos años en Aix-en-Provence, Francia, trabajando en la Universidad.

 

De regreso a Zaragoza, decidió hacer oposiciones para agregado de Instituto de Enseñanza Media en las áreas de Historia y de Latín, y, tras aprobarlas, eligió como primer destino Teruel, a donde se desplazó, en octubre de 1963, para iniciar su carrera como docente.

 

Un mes antes había contraído matrimonio con Juana, compañera a la que después dedicó varias canciones; entre ellas, Porque avanzamos juntos, hermosa canción en la que también menciona a sus tres hijas: Ana, Ángela y Paula.

La escucho trajinar entre los críos.

Cuando sus ojos cantan, cantamos todos,

canta la soledad y canta el río,

canta la calle entera, canta el olvido.

Canta la soledad y canta el río,

cuando sus ojos cantan, cantamos todos.

 

Qué lejos queda ya aquel principio,

nuestro primer andar por un otoño

de una ciudad sumida en un contorno

de amarga represión, de miedo y odio.

Qué lejos queda ya aquella incierta edad

donde se prohibía hablar de libertad.

Eran días de tedio, días de soledad,

sólo salvados por la ilusión de estar

siempre a tu lado, pequeña isla de paz

en un mundo asustado.

 

Qué lejos queda ya el gesto de mirar

la luz de los inviernos sin variar.

A veces con Miguel, o con Vicente,

hablamos del hombre y, sobre todo,

sentimos sobre el rostro sus presidios,

su muerte vegetal en el agosto.

 

Qué lejos queda ya el lento caminar

por un paseo gris y provinciano.

Ana trajo después un nuevo ritmo.

Ángela nos dejó su libertad.

Paula acabó por fin con el olvido

de un tiempo insolidario en la ciudad.

 

Qué lejos queda ya aquella amarga edad

de dura represión y cobardía2.

 De su estancia en Teruel, José Antonio nos dejó una hermosa crónica en la que entre otras cosas escribía:

 

“Y de golpe, delante de ti, Teruel. Sus sierras, sus caminos, se yerguen ante ti, te asedian, te embisten, te cobijan, una mezcla de amor y odio se enfrenta, hasta que una tarde cualquiera uno queda asombrado por el color de sus tierras, sus otoños, sus piedras, sus gentes, sus verdaderas gentes: esa pareja que a primeras horas desciende El Campillo con su carga de piñas; o esa masovera que, en mitad del pinar, recuerda a sus hijos casados, allá en ‘las barcelonas’; o esos labradores que duramente sobreviven; o los mineros, o los pastores, o ese tipo jovial que, a escondidas, te enseña los proyectos de un nuevo Sindicato y tantos y tantos otros que así, sencillamente, te ofrecen su amistad, su casa, su paisaje, que al fin te das cuenta de que te sientes unido con la luz cegadora que embisten esas torres mudéjares perdidas en el cielo[…]. Pasan los años y los amigos crecen por el paisaje serrano, o por la hermosa vega del Turia –humilde como toda la tierra turolense–, y cuando un día hay que recoger la casa, levantar los bártulos y regresar al solar donde uno se fue haciendo hombre a costa de los muertos, aquellas tierras, aquellos tipos y paisajes te rondan el recuerdo un día y otro día hasta que una tarde decides otra vez ir a su encuentro, reviviendo con ellos las pasadas horas”3.

 

En este contexto descrito por Labordeta, es decir, en aquellas tierras humildes y entre aquellas gentes sencillas de Teruel, surgió, a mediados de la década de 1960, todo un movimiento cultural que sería el germen de futuras iniciativas, como la creación de la revista Andaláno el nacimiento de la nueva canción aragonesa.

 

El arranque de aquel movimiento cultural se produjo en torno al colegio menor San Pablo, inaugurado en 1966, y al instituto Ibáñez Martín; dos oasis de creatividad y de aprendizaje y ejercicio de la libertad, en los que se encontraron y entablaron amistad jóvenes –profesores y alumnos– decididos a romper con la monotonía y con la represión que en aquellos tiempos se les pretendía imponer.

 

Entre ellos estaban José Antonio Labordeta –que, además de profesor y jefe de estudios del instituto, fue director del cuadro de teatro del colegio, con el que llegó, en 1967, a la final del Certamen Nacional de Teatro Juvenil, con la obra La zapatera prodigiosa, de Lorca–, Eloy Fernández Clemente –profesor de la escuela de Magisterio, encargado de la revista del colegio San Pablo y, posteriormente, ya en Zaragoza, fundador y director de Andalán–, Pepe Sanchis Sinisterra, David Pérez Maynar, Eduardo Valdivia, Juana de Grandes, Federico Jiménez Losantos, Gonzalo Tena, Manuel Pizarro, Carmen Magallón, Pilar Navarrete y Joaquín Carbonell.

 

Durante su estancia en Teruel (1963-1970), Labordeta, escribió también un libro de poemas titulado Las sonatas (Colección Poemas, Zaragoza, 1965), participó en el rodaje de la película Monegros (1969), dirigida por Antonio Artero –amigo entrañable que lamentablemente falleció, en Madrid, el sábado 20 de noviembre de 2004–, e inició su actividad como cantautor en compañía de Joaquín Carbonell y Cesáreo Hernández. Concretamente en 1968 grabó para la empresa discográfica Edumsa4 un disco con cuatro canciones –Andros II–, que fue secuestrado por orden gubernativa.

 

Tras los seis años vividos en Teruel, en 1970, José Antonio regresó a Zaragoza como profesor de instituto del barrio de la Paz.

 

Fue por aquel entonces cuando escribió un libro fundamental titulado Cantar y callar (Ed. Javalambre, Zaragoza, 1971); libro en le que sentó las bases por las que discurriría en el futuro el contenido poético y, en consecuencia, la temática de sus canciones; contenido y temática que siempre han girado en torno a seis bloques temáticos:

 

• La evocación de situaciones y experiencias relacionadas con la posguerra y con su niñez y adolescencia.

 

• La descripción apasionada y crítica del paisaje de Aragón: “Vengo a gritar la tierra y a contar historias del paisaje”5.

 

• Su aproximación sensible y solidaria a las realidades humanas, en general, y a las del pueblo aragonés, en particular. Realidades que navegan entre el dolor y la esperanza.

 

• La proclamación contestataria y reivindicativa de la “libertad” como el fundamento de la vida y de la convivencia.

 

• La exaltación de los valores del amor y de la solidaridad.“El amor es el silencio, la palabra guardada en el pecho…”6. “Por el alba del camino a tu hermano encontrarás, dale la mano y camina hasta llegar al final”7.

 

• Y su afirmación realista de la esperanza. “Serenamente hablando, digo hoy, que el tiempo bonancible no ha llegado todavía”8.

 

A partir de 1972, José Antonio empezó a colaborar activamente con la revista Andalán, continuó escribiendo artículos de prensa, libros de poemas –como Treinta y cinco veces uno (El Bardo, Barcelona, 1972) y Tribulatorio (Javalambre, Zaragoza, 1973)– y sus primeras novelas cortas, entre ellas la titulada Cada cual que aprenda su juego (Júcar, Gijón, 1974).

 

Durante aquellos años, la canción y la necesidad decantar estuvieron siempre presentes en Labordeta como una aspiración que, en realidad, empezó a cumplirse con la grabación, en 1974, de su LP titulado como su tercer libro: Cantar y callar (Edigsa-Le Chant du Monde), disco que fue un claro referente para el género calificado como canción de autor, que en aquellos momentos se estaba poniendo en marcha.

 

Aquel histórico disco se abría con la interpretación de una de sus canciones más significativas, Aragón, cuyo texto llegó incluso a reproducirse en algunos manuales escolares franceses cuando en ellos se hacía referencia a la geografía y a la historia de España, y más precisamente a Aragón. 

Polvo, niebla, viento y sol

y donde hay agua, una huerta;

al norte, los Pirineos:

esta tierra es Aragón.

Al norte, los Pirineos

al sur, la sierra callada,

pasa el Ebro por el centro

con su soledad a la espalda.

Dicen que hay tierras al este

donde se trabaja y pagan.

Hacia el oeste el Moncayo

como un dios que ya no ampara.

Desde tiempos a esta parte,

vamos camino de nada,

vamos a ver cómo el Ebro

con su soledad se marcha.

Y con él van en compaña

las gentes de estas vaguadas,

de estos valles, de estas sierras,

de estas huertas arruinadas.

Polvo, niebla, viento y sol

y donde hay agua, una huerta;

al norte, los Pirineos:

esta tierra es Aragón.9

En la carpeta del disco –ilustrada por Gonzalo Tena, pintor, nacido en Teruel, que también ilustró la cubierta de su libro Tribulatorio–, apareció un hermoso y profético texto de Manuel Tuñón de Lara en el que trazó un justo y exacto perfil de la personalidad humana y cultural de Labordeta; texto que comenzaba con las siguientes palabras:

 

“Digámoslo de entrada, sin rodeos, sin eufemismos. José Antonio Labordeta, aragonés de cuerpo entero, con rotunda conciencia de serlo, cantor y poeta, es un valor de la cultura española de nuestros días. De esta afirmación está ausente todo tremendismo verbal y toda hipérbole. Hablamos de la cultura en su hondo sentido de saber popular que le daba Machado. Definía éste el folclore por boca de Juan de Mairena: ‘lo que el pueblo piensa y siente, tal como lo siente y piensa, y así como lo expresa y plasma en la lengua que él, más que nadie, ha contribuido a formar’. Eso es el folclore auténtico y sin trampantojos. Y pocas veces viene tan a punto esta expresión, porque canto y poema de José Antonio Labordeta son la negación de ese otro mal llamado folclore, sofisticado y envilecido, conformista y deformante, que es una caricatura del sentir popular para solaz de mediocres escapistas.”

 

”José Antonio Labordeta vindica tierra y hombres de Aragón de más de un siglo de tópicos chabacanos y de espejos deformantes. Ahí está, con su guitarra, con su voz recia y bien timbrada, con su poesía, hincado en Aragón, desde el Pirineo hasta Javalambre, desde el Moncayo hasta el Ebro. Su voz y su canto son, a la vez, la voz de los leñeros, los masoveros, los segadores y tantos otros que se fueron ‘con rabia… de abandonar lo que se ama’ […]. La voz de tantos que no volverán a sus tierras donde el jaramago crece entre muros derruidos o donde aguarda en vano la anciana madre”10.

 

En 1975, Labordeta entró a formar parte del catálogo del sello Gong que dirigía Gonzalo García Pelayo en la discográfica Fonomusic (Movieplay), y grabó su segundo LP, titulado Tiempo de espera; disco producido por Plácido Serrano, en el que intervino Alberto Gambino en los arreglos y como guitarrista y percusionista.

 

Tiempo de espera que, en la voz de Labordeta, se convirtió en tiempo de esperanza, sobre todo a través de su Canto a la libertad; canto entusiasmado, esperanzado, creyente y utópico; canto que expresaba las aspiraciones y los sueños de quienes vivíamos enamorados de la libertad y que, en aquellos momentos, se escuchaba y se sintió como un estallido gozoso del alma –lógico y necesario– a las puertas de lo que pronto empezaría a ser la transición democrática.

 

El tercer disco de Labordeta –producido por Plácido Serrano, y, de nuevo, con Alberto Gambino como arreglista– se publicó, en 1976, con el nombre de Cantes de la tierra adentro (Fonomusic).

 

De aquel álbum habría que destacar, por ejemplo, Canción de amor, tema en el que José Antonio recrea una jota dedicada a la realidad y a la experiencia amorosa; aspecto sobre el que siempre incidirá en sus próximos discos, y que dio lugar, en 1993, a un hermoso recopilatorio al que llamó Canciones de amor (Fonomusic, 1993).

 

En aquel disco –donde concreta el homenaje que le brindó a su hermano Miguel en el LP Cantar i callar, dedicándole la canción El poeta–, José Antonio decidió musicalizar y cantar un texto escrito por Miguel, en 1948, titulado “Puesto que el joven azul”; homenaje que quedó reforzado, al año siguiente, con la incorporación del poema “Retrospectivo existente”, también de Miguel, como pórtico del recital ofrecido por José Antonio en el teatro Argensola, de Zaragoza; recital que fue grabado y editado en el disco Labordeta en directo (Fonomusic, 1977).

 

El mismo año en que José Antonio grabó su disco En directo, nació el PSA (Partido Aragonesista), que concurrió a las primeras elecciones democráticas celebradas en España tras la dictadura franquista junto al Partido Socialista Popular (PSP), liderado por Enrique Tierno Galván.

 

En aquellas primeras elecciones, Unión Socialista (PSA PSP) contó con el apoyo de Labordeta, que expresaba, con aquella postura, su vocación política, concretada posteriormente en su actuación como diputado en el Congreso por la Chunta Aragonesista (CHA).

 

También en la década de 1970, Labordeta nos ofreció otras dos obras importantes dentro de su discografía.

 

En 1978 publicó Que no amanece por nada (Fonomusic), en el que vuelve a incluir dos canciones basadas en poemas de su hermano Miguel, en concreto las tituladas Tú cantarás por todos y Hermano hombre.

 

En 1979, Labordeta puso fin a la década con la grabación del álbum titulado Cantata para un país (Fonomusic), obra bellísima en la que, como él mismo dijo, se hacen presentes todos sus más profundas realidades: su tierra, su gente, los desiertos, la emigración, la muerte y la huida socarrona de una realidad excesivamente dura y agobiante.

 

El disco, ilustrado en su funda por Antonio Saura, fue nuevamente arreglado por Alberto Gambino, y contó con la colaboración de Paco Medina a la guitarra y de Luis Fatás en la flauta.

 

A partir de 1980, la aventura creativa de José Antonio continuó llena de inspiración, de buenos poemas, de hermosas canciones, y, como siempre –y sobretodo–, de un compromiso personal coherente y responsable en favor de la libertad, de la justicia y, en general, de todos los valores democráticos.

 

En 1981, grabó su séptimo LP, Las cuatro estaciones (Fonomusic, 1981), álbum que, en esta ocasión, fue producido por Paco Soler y arreglado por Luis Fatás –antes miembro del grupo Chicotén–, con la colaboración de Paco Medina y Pedro Savirón. En esta grabación José Antonio trabajó, musical y poéticamente, sobre temas tradicionales de las tres provincias aragonesas, tomados de los cancioneros de Ángel Mingote, Juan José de Mur y Miguel Arnaudas.

 

Tras aquel disco, Labordeta se planteó un paréntesis antes de volver a entrar en un estudio de grabación, paréntesis plenamente activo durante el que publicó sus libros Método de lectura (Ed. Ayuso, Madrid,1981), Con la voz a cuestas (Los Libros de la Frontera, Barcelona, 1982) y Aragón en la mochila (Ed. Penthalón, Madrid, 1983), libro de viajes en el que de alguna forma se anuncia otro de los que años después se convertiría en uno de sus más populares quehaceres, me refiero a la serie de programas en TVE Un país en la mochila.

 

Por aquellas mismas fechas, en concreto en 1982, el escritor francés Jean Jacques Fleury publicó un libro dedicado a José Antonio y a su obra, Cantar y no callar. Una voz por y para Aragón (Ed. Guara). (Con anterioridad, en 1978, José Carlos Mainer había publicado su biografía en la Editorial Júcar).

 

En 1984, Labordeta reanudó su actividad discográfica con la grabación y publicación de su disco Qué queda de ti, qué queda de mí (Fonomusic, 1984), en el que, entre otras canciones, incluyó Desobediencia civil –canción a través de la que ponía claramente de manifiesto su postura contra la OTAN–, Elegía del misil –interpretada con los componentes de La Trinca– y A veces me pregunto –en la que se cuestionaba su trabajo como profesor de Historia en un instituto. 

“A veces me pregunto qué hago yo aquí,

explicando la historia que recién aprendí:

los líos de romanos, de moros y cristianos,

el follón del marxismo y el otro coté

donde los yanquis tienen el mango y la sartén.

A veces me pregunto qué hago yo aquí

viendo cómo la tarde se duerme frente a mí,

mientras usted, Martínez, se evade en el jardín,

y la dulce Encarnita García Cortejón

confunde a los etruscos con los negros del Gabón

entre miradas tiernas de Pablo el empollón. […]

A veces me pregunto qué hago yo aquí,

viendo cómo los días se pierden sin un fin

y menos mal que a veces una tarde de abril

un alumno te abraza y te dice: ‘Don José,

qué bien que lo pasaba en las clases de usted

con la visión cachonda del tiempo que se fue’ […]”11.

Reflexión y cuestionamiento que dio como resultado, al año siguiente, su decisión de pedir la excedencia como profesor para dedicarse exclusivamente a la música, a la poesía y al periodismo.

 

Tomada esa decisión, su producción discográfica volvió a regularizarse. En 1985, publicó Aguantando el temporal (Fonomusic) –LP en el que incorporó Mar de amor, una de las más bellas canciones de amor que he escuchado–, y, al año siguiente, el disco doble Tú y yo y los demás (Fonomusic, 1986), histórico álbum grabado en directo en el teatro Salamanca, de Madrid, con sus amigos: Joaquín Sabina, Ovidi Montllor, Javier Ruibal, Imanol, Paco Ibáñez, Javier Maestre y Puturrú de Fuá.

 

Fue éste un concierto inolvidable en el que Sabina, interpretando la canción de José Antonio Zarajota blues, decidió terminarla dedicándole este hermoso piropo: “En Aragón hay tres cosas / que no cambian de chaqueta: / Buñuel, Francisco de Goya / y la voz de Labordeta”.

 

A aquella grabación en directo siguieron Qué vamos a hacer (Fonomusic, 1987), Trilce (Fonomusic 1989) –disco dedicado a César Vallejo, cuajado de profundos interrogantes sobre el sentido de la vida y de la lucha por la libertad, en el que José Antonio incorpora la canción Banderas rotas; canción que también le dio título al libro que, considerado por él mismo como “cuasimemorias”, publicó en La Esfera de los Libros, en noviembre de 2001–, Canciones de amor (Fonomusic, 1993) –álbum recopilatorio–, Recuento (Fonomusic, 1995) –grabado en directo desde el Auditorio de Zaragoza– y Paisajes (PDI, 1997). A todo este conjunto de creaciones habría que añadir un largo cúmulo de actividades que discurren desde sus programas de televisión –Un país en la mochila, Del Miño al Bidasoa o En la cadiera– hasta su presencia política –y no por ello menos sensible y profundamente humana– en el Congreso como diputado del Grupo Mixto por la Chunta Aragonesista.

 

Hay que mencionar también dos discolibros dedicados a su personalidad y a su obra que han sido editados recientemente por PRAMES: Nueva visión(1999) y Con la voz a cuestas (2001).

 

En Nueva visión se recogen doce canciones de José Antonio interpretadas por grupos y solistas aragoneses tan jóvenes, tan modernos y tan variopintos como Al Son del Sur, Distrito 14, Paco Cuenca, Willy Giménez, Acolla, Especialistas, Soul Mondo, Enfermos Mentales, Adiós Jumbo o IxoRai!

 

En aquel disco-libro tuve el placer de participar con un largo texto al que titulé “Labordeta: coherencia y evolución”,texto que concluía con unas palabras inspiradas en su canción dedicada a La sabina:

 

“José Antonio Labordeta no se rinde, y, como la sabina, se mantiene altivo y nada puede truncar su canto; y ahí permanece como un monegrito más, sabiendo, como ellos saben, lo duro que es pelear”.

 

Finalmente, es importante resaltar un último disco que contó con la participación de Labordeta, me refiero al titulado ¡Vaya tres!(Luna Nueva, 2009); disco en el que, junto a Joaquín Carbonell y La Bullonera, se realiza una evocación-homenaje al movimiento de la nueva canción aragonesa surgido en la década del setenta.

 

 


 

 

1 La revista Orejudín publicó como anejos una serie de libros, hasta un total de diez; entre ellos, Sucede el pensamiento (1959), del propio José Antonio Labordeta.

 

2 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Porque avanzamos juntos (Pub.: Quiroga/Pentamusic), LP Que no amanece por nada (©Fonomusic, 1978).

 

3 Texto publicado en la revista Andalán citado en JOSÉ CARLOS MAINER: Labordeta, Ediciones Júcar, Gijón, 1977, p. 62.

 

4 La empresa discográfica Edumsa fue creada, en 1968, por un grupo de universitarios madrileños, entre los que se encontraba Luis José Leal, miembro del Grupo Canción del Pueblo. En un principio, en Edumsa se editaron los primeros singles de Hilario Camacho, José Manuel Brabo y Elisa Serna, todos ellos con el sello genérico de Ensayo. Después, Edumsa tuvo que unirse a Fidias –discográfica que perteneció a la Editorial Alhambra– y, conjuntamente, lanzaron el sello, también genérico, Andros, en el que grabó Labordeta.

 

5 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Vengo a hablaros (Pub.: Quiroga/Pentamusic),LP Cantata para un país (©Fonomusic, 1979).

 

6 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Canción de amor (Pub.: Quiroga/Pentamusic),LP Cantes de la tierra adentro (©Fonomusic, 1976).

 

7 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Canta compañero, canta (Pub.: Quiroga/Pentamusic),LP Tiempo de espera (©Fonomusic, 1975).

 

8 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Serenamente hablando (Pub.: Quiroga/Pentamusic),LP Cantes de la tierra adentro (©Fonomusic, 1976).

 

9 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: Aragón (Pub.: Quiroga/Pentamusic), LP Cantar i callar (©Edigsa-Le Chant du Monde, 1974).

 

10 Texto extraído de la carpeta del disco de José Antonio Labordeta Cantar i callar (©Edigsa-Le Chant du Monde, 1974).

 

11 JOSÉ ANTONIO LABORDETA: A veces me pregunto (Pub.: Área Editorial), LP Qué queda de ti, qué queda de mí (©Fonomusic, 1984).






 
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