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VI Festival del Bosque (FIFBA) de la Plata 2014

Atahualpa Yupanqui y Eduardo Falú, homenajes disímiles en la despedida del Festival del Bosque

AGENCIAS el 27/10/2014 

Difícil es hallar dos modos más encontrados para recoger los sedimentos de una tradición popular que los que expresaron, por un lado, Juan Falú-Liliana Herrero, en un homenaje a la música de Eduardo Falú y, por otro, el cantor Óscar "Chaqueño" Palavecino con un tributo a la obra de Atahualpa Yupanqui, ambos en la jornada final de la sexta edición del Festival del Bosque (ex FIFBA).

Liliana Herrero y Juan Falú en el Festival del Bosque. © FIFBA
Liliana Herrero y Juan Falú en el Festival del Bosque.
© FIFBA

 

Télam/Mariano Suárez - El Festival de Bosque, que mostró este año sus mejores índices históricos de concurrencia, siempre gustó de presentarse ecléctico, capaz de albergar diferentes estéticas y miradas hasta contradictorias del hecho musical; sin embargo que el tributo a Yupanqui quedara en cabeza de Palavecino constituye un hito de esas tensiones internas.

 

La guitarra tucumana de Juan Falú y la interpretación creadora de la entrerriana Liliana Herrero protagonizaron un momento de intensidad y relieve artístico como otros tantos —que los tuvo— el encuentro platense.

 

Sin anunciarlo de esa manera, en el pequeño escenario denominado "Fogón", que invita a una proximidad con el público, el concierto se inauguró con referencias implícitas al Festival de Cosquín, en enero pasado, donde Falú ensayó, sin suerte, un homenaje a su tío Eduardo, violentamente interrumpido por la organización antes de su desenlace natural.

 

Dos piezas de la dupla Eduardo Falú-Jaime Dávalos, uno de los trabajos de colaboración más determinantes de la poética y la música argentina, silenciaron al público cuando comenzaba a anochecer en el bosque platense.

 

La Tonada del viejo amor, y la menos conocida pero también célebre Milonga del alucinado, inauguraron el homenaje, justamente con dos obras que estaban en el repertorio incompleto previsto para el último Cosquín.

 

La guitarra de Juan Falú entregó dos reconocimientos a la obra de Ariel Ramírez; primero con la zamba La tristecita para luego embarcarse con audacia en el terreno de la improvisación bajo la guía melódica de Alfonsina y el mar. "Vieron que no hace falta cantar siempre lo mismo que ya se ha cantado", reflexionó luego Herrero con el público.

 

Lejos de ese enunciado, Óscar Palavecino, en el cierre del Festival, se propuso un homenaje a la figura de Yupanqui que, por los modos de aproximarse al hecho artístico, suponía una conciliación inverosímil.

 

Oscar Palavecino, en el cierre del Festival, se propuso un homenaje a la figura de Yupanqui que, por los modos de aproximarse al hecho artístico, suponía una conciliación inverosímil. © FIFBA
Oscar Palavecino, en el cierre del Festival, se propuso un homenaje a la figura de Yupanqui que, por los modos de aproximarse al hecho artístico, suponía una conciliación inverosímil.
© FIFBA

 

"Festivaleros" ambos, si se admite la categoría. Yupanqui en un tiempo en que —al igual que Eduardo Falú, el otro gigante de su época— conseguía el oído atento y acompañamiento silencioso de multitudes. Palavecino como el adalid del fervor, campeón de conciertos maratónicos donde el silencio no tiene lugar, tanto que a menudo suprime hasta el descanso entre dos temas.

 

Nada más lejano para un paisajista de la música popular, con pulso guitarrístico pausado, austero, lejano a las "distracciones" armónicas, que ese apresuramiento que se autoimpone Palavecino, homogeneizando, en ese raid, la sonoridad de cualquier zamba o chacarera.

 

El homenaje se redujo a tres temas, con promesa de un disco de 15. Del potente y enfático esquema de cinco guitarras, bajo eléctrico y percusión, con voz altisonante, la versión de El arriero resultó claramente menos dañada que la de zamba La añera, que reclama un temperamento distante de esa vorágine.

 

El set se completó la con chacarera Cachilo dormido, que terminó siendo parte de un "enganchado" en donde pasó inadvertida.

 

Cualquiera, claro, tiene derecho a recoger la obra de Yupanqui, del modo que quiera y pueda. A cantar sus canciones, que forman parte de un patrimonio colectivo.

 

La pregunta en cualquier caso, interpela la decisión de convertirlo en el centro de un homenaje que, se supone, debe sostenerse con algún valor adicional que el de un acto de buena voluntad. De tantos lugares posibles para Palavecino, ese seguro era evitable.

 

Si de modos deseables de realizar un homenaje se trata, hoy mismo, a partir de las 20 en el auditorio de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (diagonal 78, Nro. 680), los grupos vocales Cuchicheros (La Plata) y Canto Primo (Córdoba), con la presencia de Juan Falú, ofrecerán un tributo, con arreglos propios, de la obra de Gustavo "Cuchi" Leguizamón, otro de los próceres del folclore argentino.






 
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