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Novedad Editorial

«Leonard Cohen y el zen» la cara más espiritual del cantautor canadiense

REDACCIÓN el 04/04/2018 

Leonard Cohen y el zen (Luciérnaga 2018) del poeta, traductor, biógrafo y ensayista Alberto Manzano, es un recorrido tras las huellas de la vida de un hombre entregado al estudio de los temas espirituales, desde sus orígenes judaicos hasta su práctica meditativa a través del zen durante más de cuarenta años.

Portada del libro «Leonard Cohen y el zen» de Alberto Manzano.Calificado como «cantor del fuego sagrado», «maestro del lenguaje interior» y «profecía del corazón», el poeta-cantante canadiense destiló en su obra numerosas enseñanzas de la sabiduría oriental y occidental (los libros sagrados de las cuatro grandes religiones, la alquimia, el esoterismo, el sufismo, la práctica del yoga y del zaren), siempre reflejando el anhelo del alivio metafísico del alma en la unión íntima con Dios.

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Leonard Cohen fue un autor de culto dotado de un extraordinario talento para articular un nuevo idioma que hablaba el lenguaje del corazón.

 

El 7 de noviembre de 2017 se cumplió el primer aniversario de Leonard Cohen. Desde su fallecimiento no han dejado de aparecer homenajes al artista en diferentes formatos, pero Leonard Cohen y el zen (Luciérnaga 2018) va más allá: nos desvela una faceta poco conocida. Alberto Manzano, poeta, traductor, ensayista, biógrafo, antólogo, periodista, productor musical y uno de los grandes conocedores de la vida y obra de Cohen, nos habla de sus últimos álbumes, de su última gira y de su preparación para la muerte.

 

En 1967, cuando tenía 34 años, el canadiense Leonard Cohen empezó su carrera como cantautor de letras oscuras y profundas. Era una persona compleja, con tendencia a estados depresivos que fueron en parte el detonante que llevó a recorrer un camino espiritual. El detonante de esta búsqueda activa de su espiritualidad fue el encuentro a principios de los años setenta con el roshi Kyozan Joshu Sasaki (Sendai, 1907), un maestro de la escuela zen rinzai que se había instalado en Los Ángeles en 1962 para enseñar a meditar a los norteamericanos, entre los que se contaban famosos como Richard Gere u Oliver Stone.

 

A mediados de 1993, una vez concluida la gira de presentación del disco The Future, Leonard no encontró ningún motivo para seguir en Los Ángeles. Desde hacía mucho tiempo incubaba la idea de despedirse del mundo de la música: detestaba llevar una vida imperiosa que nunca hubiera elegido, y se sentía frustrado por no poder disfrutar del éxito que le había dado su trabajo. Además, después de tres años de relación amorosa con la actriz Rebecca De Mornay, había decidido ponerle punto final. Por más empeño que pusiera, comprendió su incapacidad para comprometerse con ella, ser un buen esposo y formar una familia. Estaba destrozado, había bebido como un cosaco durante la gira, profundamente deprimido y todos sus planes para gobernar el mundo habían fracasado. Entonces hizo las maletas y se dirigió al monasterio budista de Mount Baldy.

 

No era la primera vez que Leonard se mostraba inseguro sobre su trabajo, incapaz de mantener una relación con una mujer e inmovilizado por una depresión. Era la historia de su vida. Eran sus cadenas, su pozo y su dramático paisaje. Demasiadas veces había cruzado ese puente que lo conducía siempre a la misma encerrona cíclica: su mente le decía una y otra vez que no tenía que volver a perder lo que ya había perdido. Sin embargo, en esta ocasión no estaba dispuesto a meter la cabeza bajo el ala ahuecada. Iba a coger la bestia por los cuernos, darle una vuelta por los aires y lanzarla a la estratosfera. La decisión de abandonar el curso del mundo era rotunda. Y en su cabeza solo conocía un lugar donde retirarse y encontrar un poco de paz y silencio: el monasterio budista de Mount Baldy, junto a su viejo maestro japonés y querido amigo Joshu Sasaki Roshi.

 

Aunque Leonard llevaba más de veinte años practicando la meditación zen, el resultado no le había proporcionado la paz interior que anhelaba. Estaba harto de ser el cantante Leonard Cohen y, con un estado de ánimo que lo arrastraba por los suelos para después lanzarlo contra la pared, sabía que, para salir de aquel atolladero, necesitaba una autoreforma completa. Llegó un momento en el que ya no había marcha atrás. En 1993, Leonard llegó a Mount Baldy para quedarse.

 

Leonard Cohen.Cohen y la depresión

 

La relación de Leonard con el budismo zen había empezado en 1972, cuando una nueva crisis depresiva —probablemente heredada de su madre, Masha, que acabaría internada en una sala psiquiátrica del Instituto Allen Memorial de Montreal— lo estaba exprimiendo. Hasta entonces, la depresión había funcionado perfectamente como uno de los principales motores de su obra poéticomusical, pero se había convertido en una caótica espiral de sufrimiento en la que Leonard caía demasiado a menudo: "Vives con la depresión como si fuera un amigo, sabiendo que si cometes demasiados errores, ese amigo se te echará encima", confesaría "el depresivo no químico más poderoso del mundo", como había sido calificado por una prestigiosa revista musical británica tras la publicación de su disco Songs Of Love And Hate en 1971, que apuntillaba: "Con los discos de Leonard Cohen deberían regalar cuchillas de afeitar, porque es una música para cortarse las venas". Sin embargo, el poeta herido siguió argumentando sobre la depresión: "No es algo que sea objetivo, es más como una sombra con la que vives y que nunca desaparece, así que empiezas a moverte de cierto modo para evitar que te aplaste. Supongo que es como vivir con un eczema, una enfermedad cutánea: si comes cosas inapropiadas, la piel se enrojece, se hincha, hasta el punto de que eres incapaz de moverte, incapaz de sentarte e incapaz de acostarte. Y así funciona con la depresión. Si absorbes lo inapropiado, te sientes demasiado incómodo como para continuar".






 
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