Yo que he nacido para respirar...
me ahogan los humos de guerra y maldad
que ensucian los vientos que recorren el mundo.
Yo que he nacido para reír con la gente...
me escuecen en los ojos sus lágrimas, me adelgaza su hambre
y me seca la boca su sed.
Soy de todos y todos son de mi.
Los tiros disparados contra el niño palestino
me han herido los latidos, se me infecta la voz.
No sé qué hacer, si ir a matar, si ir a morir,
si ir a cantar, si ir de malo o ir a amar.
No quiero dimitir del ser humano.
La sonrisa no es un anuncio dental
como querría el señor de la fuerza imperial.
La sonrisa es de luz y brisa de mar.
Es nuestro poder, nuestro arsenal.
La sonrisa no es un anuncio dental.
La sonrisa rebelde al final brillará
en los labios contentos de la libertad.
En principio ya es una finalidad
y lo podemos utilizar también como un medio
a favor de la gente, a favor del mañana.
A favor de los niños que nunca más sonreirán
“gracias” a los bombardeos de megatoneladas de fuego y metal.
Aliados del infierno, aliados del terror.
Ignorantes, mentirosos, prepotentes, invasores.
Os deseo, de corazón, una indigestión de cañones.
Dejad en paz la paz
y dejad que camine el mundo.
Mientras quede una sonrisa no nos habrán podido ganar.
Mientras nos quede una sonrisa las estrellas estarán de nuestro lado.
El cantautor y poeta extremeño Pablo Guerrero, autor de A cántaros, murió a los 78 años en Madrid tras una larga enfermedad; su obra unió canción, poesía y compromiso político durante más de medio siglo.
En un Palau Sant Jordi abarrotado, Joaquín Sabina se despidió de Barcelona con un concierto que fue al mismo tiempo un inventario de vida y un abrazo multitudinario a través de veintidós canciones que, tras más de medio siglo de carrera, ya no le pertenecen solo a él.