Las guapas por los balcones,
los negros que se remangan,
huele a tabaco y malanga,
sabe a tostón y congrí.
Un príncipe de la danza
sobre sus piernas de atleta
ensaya su pirueta,
su grand jeté cinco mil.
El mago de las finanzas,
el as de la bicicleta,
resuelve su papeleta:
cambio jabón por café.
Hoy, papas por camisetas,
mañana tengo galletas,
pasado, vete a saber.
Y pongo punto y aparte,
ni de noche ni de día,
que tu risa no me falte,
Habana mía.
La furia del dios Caribe,
los días que se suceden,
dejaron en las paredes
todos los tonos del gris.
La mano, niña, que pinta,
como lo mandan los sueños,
un autobús que la lleva
de centro Habana a Madrid.
Como que la luna es blanca
y la ternura es morena,
bendita sabe la cena
sobre el pagano mantel.
Los besos que se repiten
sobre el eterno remite
de un corazón de papel.
Que pone punto y seguido,
ni de noche ni de día
¡Qué poca cosa te pido,
Habana mía!
La mirada impenetrable,
las llagas de la memoria,
las caricias que la gloria
ya no quiere repartir.
En el jardín donde crecen
las flores de la paciencia,
el árbol de la prudencia,
el reino del colibrí.
Es el delirio habanero,
dinero que no es dinero,
manisero sin maní.
Y pongo puntos suspensivos,
ni de noche ni de día,
ya sabes que no te olvido,
Habana mía.
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