Longina seductora, cual flor primaveral...
La mujer, el amor, la guitarra, el desengaño, fueron los temas recurrentes en la obra del trovador de Caibarién, quien tuvo en
María Teresa Vera y Rafael Zequeira a los mejores difusores de su obra. Se le considera el autor que más contestaciones musicales hizo a sus contemporáneos: A
Gela hermosa, de
Rosendo Ruiz, respondió Corona con
Gela amada; a
Timidez, de Patricio Ballagas, contestó con
Animada; a
Rayos de oro, de
Sindo Garay, replicó con
Rayos de plata; a
Jaime Prats, autor de
Ausencia, él contrapuso
Ausencia sin olvido; a
Ella y yo (conocida por
El sendero), de
Oscar Hernández, respondió con
Tú y yo.
Pero lo más curioso es que estas contestaciones no fueron sino el fruto de la admiración y la cordial rivalidad existente entre los autores, además de ser ésta una práctica entonces frecuente entre los compositores.
El catálogo de Manuel Corona se nutre con números como
Adriana,
Graciella,
Confesión a mi guitarra,
Una mirada,
Las flores del Edén, las guarachas
Acelera,
El servicio obligatorio, etcétera. Cultivó el bolero, la criolla, la guaracha, el punto cubano, la romanza. Su música se utilizó en la película mexicana
La bien pagada.
Sin embargo, el artista jamás lucró con sus composiciones. Al contrario, bohemio impenitente, noctámbulo y rebelde, rechazó cualquier desempeño que representara ataduras a su libre expresión musical o que restringiera su modo de vida. El rostro enjuto, el color cetrino, el traje desgastado, la mirada perdida, el organismo envejecido por la anarquía completa en cuanto a horarios y el descuido de la salud. Manuel Corona, no fue un ejemplo de la mejor ni más saludable manera de vivir... aunque aun así viviera prácticamente 70 años.Las canciones suyas, así como las de los primeros autores genuinamente cubanos y populares, permanecen vivas en la acción renovadora de las sucesivas trovas (la nueva, la novísima, la postrova, o cualquier otra), continuadoras de una obra que enriqueció el patrimonio nacional.
Muerte
En el inhóspito cuarto situado al fondo de un bar de Marianao, en La Habana, entre desoladora miseria, murió el compositor Manuel Corona. El hecho fue noticia de un día, porque pronto dejó de serlo y sólo en el recuerdo de amigos, admiradores e intérpretes de su música sobrevivió la memoria del creador de tan formidables canciones.
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