Amalia de la Vega puede que sea para los uruguayos lo mismo que Edith Piaf para los franceses, Amalia Rodrigues para los portugueses u Oum Kalthoum, para los egipcios.
PL | Hugo Rius Blein - Todas ellas pertenecen a esa ilustre galería de señoras de la canción a las que cada país aporta a quienes dotadas de portentosas voces de timbres únicos logran traducir el alma de sus pueblos hasta convertirse en idolatradas vivientes o mitos escénicos.
Tal vez el caso de la uruguaya consista en el del rescate del olvido a juzgar por comentaristas especializados que así lo ponen de relieve con motivo de que el 19 de enero la célebre artista llegó a su centenario y las autoridades culturales se proponen lo que consideran una merecida revaluación a lo largo de este 2019.
Escribió en estos días una columnista que "fue una mujer talentosa, digna y valiente que en épocas difíciles para el género femenino supo abrirse paso, descollar por sí misma y seleccionar un cancionero por las más hermosas y acertadas melodías".
De la "gran olvidada" dejaron de reproducirse los discos que en su tiempo constituyeron éxito de venta, pero al escucharlos hoy sólo su voz, tan particular y poderosa hace difícil permanecer insensible ante la acertada elección de sus temas, la dulzura y la pasión de su interpretación.
Proveniente de un departamento rural desde sus presentaciones en la radio en Montevideo desarrolló un estilo personalísimo, plasmado en vidalitas, milongas y cifras camperas, géneros de raigambre popular que la convirtió en poco tiempo en una celebridad en Uruguay, Argentina, Brasil y Chile.
Fiel a su tierra natal, el primer tema que grabó fue una vidalita titulada Cerro Largo, llegó a cantar 108 temas del folclore uruguayo, argentino y chileno, y editó diez discos.
Alguna vez intentaron llevarla hacia el tango, sin éxito. "Hubo mucha gente que quiso que yo cantara tango, pero no, a pesar de que me gusta mucho el tango, lo que más me impacta son las canciones criollas", declaró
También porque sostenía una firme y reverente idolatría que continuamente reiteraba hacia Carlos Gardel, lo que no impidió, sin embargo, que algunos llegaran a calificarla como la Gardel uruguaya.
Todos los grandes cantantes de su tiempo, y algunos posteriores, la ensalzaron, suelen referir biógrafos musicólogos que se acercaron a la trayectoria de quien brilló sin estridencias electrónicas ni mentiras tecnológicas, sin impostaciones falsas y sin una pizca de cursilería o de mal gusto.
De Amalia de la Vega, Atahualpa Yupanqui afirmó que "su voz era como el sonido que parece surgir desde las entrañas de la madre tierra con la autenticidad de los grandes artistas" y Alfredo Zitarrosa la consideraba "la número uno de todas las épocas".
A Mercedes Sosa, se le oía decir muchas veces después, reivindicándola, "que a ella se le criticaba porque cantaba folclore, porque eso del folclore era cuestión de empanada y vino y de bajo".
Parece abrirse en el homenaje centenario un ciclo de rescate del aporte de María Celia Martínez Fernández (1919-2000), su verdadero nombre, a la historia musical uruguaya.
La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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