Tost (2019, Microscopi) del percusionista catalán Arnau Obiols es, a nuestro entender, uno de estos discos que trascenderá por lo genuino, por lo contemporáneo y por la atemporalidad de su paisaje sonoro.
Arnau Obiols es un percusionista nacido en el regazo de los Pirineos catalanes, esta sierra que es frontera natural de la Península Ibérica con el resto de Europa. Allí, en los valles al lado mismo de la vecina Andorra, Obiols de pequeño jugaba con los cacharros que encontraba en las casas rurales donde se crio, y jugaba que era un baterista, y hacía percusiones inocentes y intuitivas, y cantaba tonadas que escuchaba de sus abuelos.
Y un día se hizo mayor y se licenció en la Escuela Superior de Música de Catalunya en especialidad batería jazz.
La historia de Arnau Obiols nos sirve de perfecta introducción para situarnos en Tost (2019, Microscopi), el tercer álbum del percusionista catalán. Como lo define él mismo, "un ritual sonoro íntimo. Un arte primitivo y nuevo a la vez".
Obiols nos presenta un su disco una serie de melodías ancestrales recogidas de la herencia de sus abuelos y presentadas a través de un lenguaje sonoro contemporáneo, huyendo de formalismos musicales y tradicionales, en unos paisajes más próximos a la improvisación jazzística. Una unión perfecta entre su niñez y su formación musical, entre las raíces y la transformación sonora de ellas.
Tost es, a nuestro entender, uno de estos discos que trascenderá por lo genuino, por lo contemporáneo y por la atemporalidad de su paisaje sonoro. Con este álbum viajamos a estos valles pirenaicos donde a un molinero y una molinera les gusta más alzar la pitxella (jarrón de barro) de la taberna que trabajar con la harina, donde un joven cabrero se ve tentado a convertirse en ladrón porque como dice la historia "el hombre cae cuando menos piensa", unos pueblos donde pastores y comerciantes escuchaban el cantar ritual de las plegarias para que lloviera o las canciones de cuna que entonaban las nodrizas (dida, en catalán). Flautas, cañas y cencerros acompañados de una batería jazz e incursiones en la electrónica, y con un Arnau Obiols que defiende estas melodías no como cantante sino como cantor, que es lo que somos (o podemos ser) todos y todas. Cuando cantamos a nuestras hijas o a nuestros sobrinos, porque niños y cantores de espíritu lo somos siempre.
La poética de lo telúrico ha sido siempre fuente de admiración e inspiración entre artistas. Ya en tiempos del romanticismo en el siglo XIX y principios del XX grandes músicos de la historia se han inspirado en las raíces ancestrales de sus culturas: Dvorak, Sibelius, Falla... Europa tiene grandes nombres. Ahora, en pleno siglo XXI, la creación de la música contemporánea inspirada en lo atávico y ancestral sigue vigente. Y la tradición oral catalana pirenaica, una de las lenguas minorizadas alrededor de los Pirineos, tiene su punta de lanza en estas composiciones pétreas que perdurarán y trascenderán.
El trovador cubano Silvio Rodríguez dará inicio a su próxima gira latinoamericana con una presentación pública y gratuita en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 19 de septiembre a las 19:00. El histórico enclave volverá a convertirse en escenario de la Nueva Trova, en un evento que marcará el punto de partida de una serie de conciertos por cinco países de América del Sur.
La cantautora mexicana Natalia Lafourcade actuó en solitario ayer domingo en el Liceu de Barcelona en el marco del Suite Festival, en un concierto cargado de emoción radical, depuración estilística, mestizaje sonoro, dramaturgia íntima y canción de autor en estado puro. Sílvia Pérez Cruz fue su invitada en sensible abrazo musical.
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