A causa de la pandemia últimamente hemos visto cosas que los humanos no creerían. No han sido naves en llamas más allá de Orión pero hasta un replicante al estilo Blade Runner se asombraría de haber asistido en una catedral gótica a una comunión profana en la que el cantautor murciano Paskual Kantero "Muerdo" ofició de pastor de ceremonias en su altar.
![]() Muerdo en la Basílica de Santa María del Mar en Barcelona.
© Xavier Pintanel
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Tal prodigio aconteció el pasado sábado 19 de diciembre en el marco del 22 Festival Mil·leni en la Basílica de Santa María del Mar de Barcelona construida en el siglo XIV —protagonista del bestseller de Ildefonso Falcones La catedral del mar— y que; a diferencia de otras grandes obras de la arquitectura religiosa que suelen vincularse a las monarquías, nobleza o jerarquía eclesiástica; fue sufragada por el pueblo —vía donaciones o trabajo— y pertenece exclusivamente a él.
Buena y santa elección porqué difícilmente se puede encontrar un escenario más noble y majestuoso para un acto cultural. Y la Cultura sí es segura, pero si además se cuenta con la intercesión de la Virgen María nada puede fallar. O casi nada.
Muerdo vino a presentar un espectáculo de transición entre la exitosa gira de 2019 por España y varios países de América Latina y la que será —COVID mediante— la gira de presentación de su próximo disco La sangre del mundo.
Pero bajo esa excusa, vino a mucho más. Vino, de hecho, a consagrarse. A demostrar que ya dejó de ser un talento emergente para ser un valor consolidado. Vino a decirnos que ya no es aquel muchacho desorientado que llegó a Madrid desde Murcia con su guitarra a probar suerte.
Muerdo ha crecido, y con una sinceridad nada impostada y sobrada personalidad, ha sabido construir una carrera sólida desde eso que se ha dado en llamar "música mestiza", moviéndose en un mundo under pero sabiendo asomar la cabeza para tomar aire.
![]() Muerdo en los altares.
© Xavier Pintanel
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Desde el altar de la catedral y un dominio total de la liturgia impuso sus reglas de juego y disuadió a la congregación allí reunida de que hay cosas por las que todavía vale la pena creer.
Secundado por monaguillos del lujo como Víctor Martínez a la batería, Pablo de Torres a los teclados e Íker García a la guitarra, Muerdo repasó algunas de las canciones más conocidas de su carrera —coreadas por la congregación— y presentó alguno de los temas de su próximo disco.
Tiempo también para los homenajes porque en la humildad y el agradecimiento suele esconderse también la grandeza. El primero un recuerdo a los locales pequeños que le dieron sus primeras oportunidades, que son la primera piedra que sustenta este complejo entramado de complicidades y que "ahora lo están pasando muy mal" y a los que les dedicó la canción Volar.
También un doble homenaje a la trova cubana y a la situación que está viviendo Chile con una versión libérrima de Yo pisaré las calles nuevamente de Pablo Milanés que terminó con un "¡Viva Chile, carajo! ¡Viva Latinoamérica libre!".
Y también un recuerdo al Maestro Luis Eduardo Aute con una versión desde la víscera, magmática, con la devoción con la que se habla con Dios, de Prefiero amar.
Un concierto que fue in crecendo en intensidad y en sabor para terminar en una explosión de fiesta y baile que provocó que algunos de los feligreses mandaran por los aires las medidas de seguridad que tan eficientemente procuró la organización. La Cultura es segura, sí. Pero de la estupidez humana no nos salva ni la Madre de Dios.
![]() Muerdo invitó a la cubana Mane Ferret a cantar «Vente pa Barna».
© Xavier Pintanel
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![]() Muerdo en la Basílica de Santa María del Mar en Barcelona.
© Xavier Pintanel
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La cantautora Judit Neddermann y el guitarrista Pau Figueres presentan un nuevo álbum conjunto, con doce canciones en castellano, catalán, portugués y francés, grabadas en directo en estudio. Entre ellas, una nueva versión de Vinc d’un poble con Joan Manuel Serrat y temas originales que combinan pop, folk, jazz y música popular brasileña.
El cantautor chileno Patricio Anabalón lanza el single Danza con la participación de Silvio Rodríguez, en una obra producida por Javier Farías y enriquecida con los aportes del Cuarteto Austral, Felipe Candia y otros destacados músicos e ilustradores; en un encuentro generacional de la canción de autor.
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