Lluís Llach regresó a los escenarios —aunque dejó bien claro que solo por esta vez— en un concierto celebrado el pasado sábado 18 de diciembre que abarrotó con 16.000 personas el Palau Sant Jordi de Barcelona; un concierto destinado a recaudar fondos para el Debat Constituent, una entidad de la que el trovador catalán es miembro activo.
Lluís Llach en el Palau Sant Jordi de Barcelona el 18 de diciembre de 2021.
© Debat Constituent
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Según consta en su página web, Debat Constituent es "un proceso participativo transversal, inclusivo y plural para sentar las bases constitucionales para el futuro político de Cataluña". La militancia en este debate de Lluís Llach es tan potente que lo ha convencido de pisar otra vez un escenario después de 14 años de inactividad musical, cuando el 24 de marzo de 2007 hiciera su último concierto, poco antes de cumplir los 59 años.
Debo confesar —yo que soy sufridor de nacimiento— que me daba miedo lo que podía encontrarme en el escenario, con un Llach supuestamente desentrenado —había dicho muchas veces que no cantaba ni tocaba el piano ni a solas en su casa— y con 14 años más. Hombre de poca fe, desde la primera nota, desterré mis infundados temores al ver a un Llach en total plenitud que, por si fuera poco, se fue creciendo canción a canción. Un concierto, comparable en intensidad a aquellos ya tan lejanos de enero de 1976 en el Palau dels Esports o el del estadio del Club de Fútbol Barcelona en julio de 1985.
Un Llach épico que desenterró algunas de sus canciones más contingentes y no por eso menos bellas. "No quería hablar demasiado, pero ni modo", dijo al poco de empezar. Y vaya si habló. No tanto en cantidad como en contundencia, con aquella claridad del que no debe más servitudes y lealtades que a sus ideas y convicciones. Alguien, en fin, alejado del mercadeo, de la necesidad de quedar bien con todos y de la dictadura de lo políticamente correcto. Eso que según nuestro querido Vicente Feliú —desaparecido 24 horas antes— diferencia al trovador del cantante.
Aún así, Llach empezó su concierto de una forma más introspectiva con Vida, solo a piano con la extraordinaria escenografía preparada por Lluís Danés. Siguió con una intensa Alè, una canción que recuerda "las cosas esenciales frente a las banales", ya con la banda al completo. Una gran banda formada por Jordi Armengol (guitarra), Marc Prat (bajo), Dani Forcada (batería) y Anna Comellas (violoncelo); bajo la dirección musical y los teclados de Carles Cases, quien respetó el sonido del Llach de los últimos conciertos.
Lluís Llach con Gemma Humet y Ju, uno de los puntos álgidos de la noche.
© Gemma Music|Debat Constituent
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Con Silenci empezó la reivindicación política, lamentando la vigencia que todavía tienen algunas canciones compuestas hace 50 años: "Si tenéis que hacerme callar, que sea ahora". Siguió Un Himne per no guanyar con el primer invitado de la noche, Natxo Tarrés de la banda Gossos, con el que luego interpretó Tornarem a casa.
Siguió La gallineta con una Montse Castellà ejerciendo de "gallina enojada": "La gallina ha dicho ¡no! ¡Viva la revolución!". Y siguiendo con el tema, la trovadora de las Tierras el Ebro entonó Revolució, un tema que compuso en su etapa en Les Kol·lontai y que luego recuperó para su disco Punts de llibre (2018).
Con Venim del nord, venim del sud, Llach ha querido recordar y reivindicar la unidad cultural y lingüística de los Països Catalans, este conjunto de territorios que comparten el catalán como lengua propia.
En el siguiente tema Llach se ha lamentado que todavía y a pesar de todo siga existiendo la violencia de género y la homofobia: "No imaginábamos que seguirían agrediendo a maricones por la calle, y digo esta palabra y no otra, maricones como yo"; para presentar Cançó d'amor, un tema de Campanades a morts (1997) en donde anunciaba su homosexualidad y que ha cantado junto a Suu —el pez más fuera del agua en este concierto— y un convincente Joan Reig.
Ha sido Reig precisamente quien ha cantado la primera estrofa de la siguiente canción, El jorn dels miserables, magnífico comienzo del tema que ha acompañado también con una batería que ha arrastrado al resto de la banda con su fuerza y pasión.
Antes de empezar su siguiente tema, Llach ha realizado otro de los alegatos más encendidos en recuerdo a los presos políticos —ahora indultados—, los exiliados y las más de 3.000 personas anónimas encausadas a la espera de juicio por los hechos acaecidos a raíz del referéndum independentista y las protestas posteriores. La canción elegida no fue casual, I si canto trist, dedicada a Salvador Puig Antich, uno de los últimos ajusticiados por el franquismo. Se acompañó de Joan Dausà, otro pez fuera del agua, que, sin embargo, nadó con mucha solvencia tanto en este tema con el que interpretó después, La vida és més que això de autoría propia y que Llach entonó a dúo.
Tras el pico de épica política, dos tiernos homenajes a dos mujeres ya desaparecidas muy importantes en la vida Llach. La primera Laura Almerich, eterna guitarrista e incondicional amiga de Lluís, fallecida hace dos años, con Tinc un clavell per tu con la presencia del Mag Lari. Siguió una canción que el trovador catalán dedicó a su madre, Cant de l'enyor, y que en esta ocasión quiso dedicar a Muriel Casals quien fuera presidenta de Òmnium Cultural y compañera en el Parlamento de Catalunya en los tiempos del Llach diputado. Si en su versión original esta canción contaba con las inestimables voces de Maria del Mar Bonet y de Marina Rossell que estremecieron al respetable en aquel mítico concierto de 1985 en el Estadio del Barça, esta vez fueron Gemma Humet y Ju (Judit Puigdomènech) —eso que llaman relevo generacional— quienes llevaron al concierto a uno de los momentos más sensibles de la noche.
A partir de ahí, y enfilando la recta final, vuelta a la revuelta, primero con Abril 74 con las voces de Els Catarres que se mostraron muy solventes y que también interpretaron con Llach Invencibles, uno de los temas de su repertorio. Siguió Canço sense nom, con una inquietante coreografía de Marta Carrasco i un potente País petit con un Llach en plenitud total; una estremecedora versión coral de Companys, no és això, una canción en donde ya se nos decía en el 1978 que la Sagrada Transición de 1977 quizá no era tan modélica; y finalmente L'estaca en donde dio la voz al público mientras los artistas permanecieron en silencio.
En los bises, Que tinguem sort, soberbia; y Corrandes d'exili la única canción de la noche fruto de la musicación de un poeta y en donde otra vez Gemma Humet y Ju dejaron el listón y las emociones muy en alto.
Una noche y un concierto que, a priori, no parecía que pasaría de ser un acto reivindicativo y se convirtió por derecho propio en unos de los hitos inolvidables que Lluís Llach sabe regalar.
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