Kiko Veneno. Échate un cantecito en Sevilla

Llovía a cántaros sobre Sevilla el pasado viernes 22 de abril, no estamos acostumbrados por aquí a esa manera de llover sin tregua, pero no importaba, llevábamos meses esperando este concierto cuyas entradas ya estaban agotadas desde hacía tiempo. No era un concierto cualquiera, era un homenaje a un disco esencial, histórico, que cumple exactamente 30 años durante 2022. Échate un cantecito es un trabajo fundamental en la carrera artística y en la vida de Kiko Veneno (José María López Sanfeliu), el éxito que tuvo en su momento le permitió, como él mismo dijo durante el concierto, poder vivir de su faceta artística y poder hacer lo que él realmente quería, una obra sin condicionantes, solo supeditada a su libertad creativa.

No sólo se conmemoraba este acontecimiento, Kiko Veneno ha cumplido 70 años, llenos de vitalidad humana y artística, con una capacidad creadora por las nubes y un arte escénico increíble. Fue una puesta en escena muy especial, lejos en principio de lo que he visto en sus últimos espectáculos. El Lope de Vega de Sevilla, la joya de los teatros de esta ciudad, estaba repleto de fieles a Veneno, sabíamos que iba a ser un concierto diferente, pero como siempre, lleno de arte y de sensibilidad. En el centro del escenario una mesita, unas sillas como de salita de estar, una botella de vino y sus guitarras, estaba claro que nos invitaba a su casa y a su vida. Salió Kiko solo, tomó asiento en el centro del escenario, se sirvió un vino a nuestra salud, y nos avisó de que él no solía hablar mucho en sus espectáculos pero que ese día iba a ser distinto.

Así fue, habló y nos relató su viaje vital, su trayectoria, nos describió sus inicios, su llegada a Cádiz con tres años desde su Figueras natal, su traslado a Sevilla, su vida viajando por  Estados Unidos, cómo llegó a la música, como cantaba por Bob Dylan por las calles de San Francisco junto a un gitano de Morón que le descubrió el flamenco,  y cómo volvió a Sevilla y entró en el ambiente del rock sevillano, cuando era un aprendiz, un estudiante de filosofía en la Universidad. Aún no existían las “tres mil viviendas” pero existían las “casitas bajas”, un submundo transgresivo, en el que el arte más natural de los gitanos, el flamenco y el rock iban de la mano en un espacio duro, donde la juventud se abría paso. Nos retrató una parte de la Sevilla de una época que no debemos olvidar.  Fue entonces cuando conoció a Silvio, a SMASH, a los hermanos Amador, Raimundo y Rafael.

© Javier Mejías

Se formó el grupo VENENO, publicaron ese disco excepcional que fue básico en la historia de la música de este país. Fue el principio y el final de una etapa de la vida de Kiko, así nos lo contó y nos lo fue cantando entre medias. Confesó que a partir de ahí, el grupo se disolvió y comenzó una etapa oscura en su vida. Comentó su paso por La bola de cristal de RTVE y lo ilustró cantando Me siento tan feliz. Fue Santiago Auserón quién le ayudó a superar esta etapa, quién lo animó y lo apoyó para que escribiera, y para que volviera a ser quien era. Publicó Échate un cantecito, se lo jugó todo a esa carta, y triunfó, vaya que si triunfó. En ese disco está una de sus canciones más emblemáticas: Echo de menos ¡Quién no la ha cantado alguna vez, para sus adentros o a voz en grito en sus conciertos! es todo un himno: “Si tú no te das cuenta de lo que vale, la vida es una tontería, si vas dejando que se escape lo que más querías…” Este tema es una lección de vida para todos los que admiramos y seguimos al artista.

A medida que iba contándonos, iba presentándonos a sus invitados, todos artistas inmensos, cómo no rendirse al arte de Raimundo Amador, un maestro insuperable en el escenario, no se puede ser más grande, ¡qué Guitarra y qué Arte…! Fueron pasando por el escenario Antonio Smash, Andrés Olaegui y Lolo Ortega, y con ellos o en solitario, Kiko Veneno fue interpretando las canciones que han ido conformando su carrera y su vida:  Seré mecánico por ti, Respeto, Me siento en la cama, Joselito, En un mercedes blanco, Lobo López, Vidas paralelas, Dice la gente, Hambre... así durante las casi tres horas que duró el concierto.

© Mª Gracia Correa

El final del espectáculo fue emocionante, todos los músicos amigos que lo habían acompañado en el recital aparecieron juntos, con sus guitarras y portando toda su sabiduría y experiencia artística, para acompañar la voz de Kiko Veneno y su Superhéroes de Barrio…Una actuación soberbia. El artista daba las gracias a Sevilla por haber encontrado aquí la inspiración y su sonido propio, y a mí me gustaría terminar señalando dos palabras que dijo a lo largo del concierto, a las que dio mucha importancia, que se quedaron en el aire del teatro, y que personalmente creo que califican muy bien el sentir del artista y de sus admiradores sevillanos: Compás y Respeto.

¡Gracias, Kiko Veneno!